Patrimonio intangible: El lunfardo y su génesis, en Barracas al Sud

Escribe Edgardo Cascante, Académico de Número de la «Academia Porteña del Lunfardo».

«…usaba grasa de La Negra

en la chuza,

y enarbolaba un lengue rante

como una bandera rantifusa»

(«La crencha engrasada» Carlos de la Púa, 1928)

El popular poeta se refería al guapo Barone, un compadrón de Avellaneda y Barracas.
Dante Linyera, otro prócer de la poesía lunfarda, escribió:
«¡Barrio Piñeyro, barrio malevo,rincón papuso del arrabal….»

Argentinismos, italianismos, e indigenismos:
El lunfardo no es un idioma; es un vocabulario, en el que nuestro suburbio ha influído de modo contundente.

A partir de la década de 1870 en los arrabales de Buenos Aires (por ejemplo Barracas al Sud), se fue ampliando la lengua castellana tradicional con nuevas palabras.

Algunas eran marcadamente «cocoliches» (italianismos), mientras que otras eran de pura connotación «payuca» (indigenismos). Se iniciaba un período de gran transformación cultural en estos arrabales, con un puerto muy activo en el que desembarcaban muchos viajantes gringos; y cinco líneas férreas desde cuyos andenes se incorporaban al suburbio industrial muchos peones rurales que venían a conchabarse en faenas y manipulación de haciendas: la mezcla cultural fue inevitable. Entre los primeros tranvías eléctricos se cruzaban los arreos de ganado, por aquellos mismos históricos empedrados que actualmente -inexplicablemente- van desapareciendo.

Los patios de los conventillos, los carnavales, los potreros futboleros y -por sobre todas las cosas- la escuela pública, fueron los cimientos para la conformación de una nueva sociedad con una identidad totalmente novedosa en varios aspectos: uno de ellos fue el habla.

Tomó forma una nueva manera de expresarse sin renunciar a la raíz castellana, pero con características únicas, no sólo en el concepto fonético sino por el enriquecimiento del vocabulario.

Para el imaginario popular aquel punto de partida pudo haber sido la jerga del hampa; pero la investigación seria ha demostrado que dicha afirmación es una verdad relativa. Las clases altas, al principio, quisieron descalificar al lunfardo como una trasgresión originada desde lo más turbio del bajofondo. Pero la realidad siguió demostrando que «el pueblo agranda el idioma», porque éste siempre es y será dinámico. Un «grande» como Jorge Luis Borges lo soslayó (aunque en su intimidad lo haya usado), pero otros notables -como por ejemplo Roberto Arlt- enriquecieron su lexicografía con lunfardismos, y nada pudo evitar que alcanzaran el podio de la trascendencia en tiempos en que la literatura era considerada un patrimonio de élites.

Y a la hora de mencionar algunos de nuestros destacados referentes suburbanos en el mundillo lunfardo, no podemos dejar de nombrar a Joaquín Gómez Bas y a Bartolomé Aprile; y también al Dr. Dante Tortonese autor del tango «Sangre maleva» (erróneamente llamado «El Batidor»).

Finalmente aquel vocabulario marginal y trasgresor se insertó en el idioma castellano rioplatense y fue aceptado en todos los niveles sociales, constituyéndose en un patrimonio intangible de nuestra identidad. Se agrandó el idioma.

Cronológicamente, el lunfardo es anterior a la aparición del tango y del sainete criollo; y ambos se valieron de este glosario de manera recurrente.

Décadas atrás, era subestimado por delincuencial, prostibulario, vergonzante, inculto, vulgar y de mal gusto. Por eso fue prohibido.

En 1943 fue censurado su uso en la radiofonía. En aquella época, los cantores de tango actuaban en vivo en los estudios de las radioemisoras, y estaban obligados a modificar las palabras lunfardas. En muchas radionovelas los protagonistas se hablaban de «tú». En 1947 el Presidente Perón levantó aquella ridícula censura.

En el deporte:
Hasta la década de 1910 el glosario del fútbol era absolutamente inglés, hasta en los más mínimos detalles; pero cuando este deporte se acriolló en los potreros suburbanos, muchos «argentinismos» fueron reemplazando a las palabras británicas.

Vale lo de «argentinismos» pues en España, para referirse a lo mismo se usaban -y se usan- otras palabras. El fútbol argentino tempranamente tuvo un vocabulario propio que posteriormente se extendió a toda la región. (Cancha por estadio, arquero por portero, pelota por balón, medias por calcetines, hincha por simpatizante, hinchada por parcialidad, cuadro por equipo, llenar la canasta equivalía a goleada, estrolar por lastimar, etc). Muchos nombres oficiales de clubes dejaron de ser «foot-ball club» y pasaron a ser «club atlético». Y aunque resulte muy curioso los periódicos empezaron a sustituir la Sección «Sports» por «Deportes».

Nuestra prensa:
Los primeros lunfardismos escritos en el siglo XIX en Barracas al Sud (verdaderos documentos históricos para los investigadores), nos los han dejado los modestos diarios de la prensa regional. La «prensa seria» de la gran ciudad respetaba estrictamente el lenguaje protocolar; pero aquí, nuestros vecinos se enteraban de las noticias con las expresiones de la vida cotidiana. Veamos algunas pintorescas notas:

«El Pueblo» de B. al Sud, anunciaba la inauguración de un «peringundín» en la Isla Maciel:

«PERINGUNDIN. Se anuncia para hoy la apertura de uno…Dicen que viene muy recomendado». 26de abril de 1885

ATORRANTES: «Tenemos mucha high-life entre nosotros. La diferencia es que los llamamos haraganes o atorrantes» 17 de enero de 1886
«Por ausencia de vigilancia en este barrio, los atorrantes se aprovechan para dar sus malones nocturnos, dirigidos a aves e corral, ropas, etc.» 14 de febrero de 1886

COIMERO: «Por provocar escándalo en el bodegón de Laborde, en la calle Industria, ha sido constituido en prisión Pedro Rótula alias Coimero» 26 de mayo de 1878.

«CAFUA. Mendicidad: a los brutos tapados con la capa de la mendicidad la autoridad debería quitarles la borrachera con 48 horas de cafúa» 29 diciembre 1878

CAFISHIO «El peluquerito Caficio. La policía lo detuvo en Piñeyro por haber engañado a una menor de 15 años» La Opinión 19-08-1919

Como cierre de esta nota, y en honor a nuestro admirado Joaquín Gómez Bas, disfrutemos un pedacito de «La Cardíaca»:
«Minas, guita y hasta honores
¿y para qué tanta viveza?
si mañana en la catrera,
en la calle o en la mesa,
te chapa la cardíaca…y adios.»

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