La geografía olvidada

Escribe Edgardo Cascante

La Naciones Unidas, desde 1960, condenan la sumisión de cualquier territorio a la condición de colonia. Algunos países miembros del Consejo de Seguridad de la ONU, muy respetuosos de los tratados internacionales, han cambiado la denominación de colonia por “territorios de ultramar”. Ergo, siguen haciendo lo que quieren.
La dominación colonial inglesa en suelo argentino, no se circunscribe a las Malvinas, como el imaginario popular supone.

Podemos mencionar a las Georgias, descubiertas por el capitán Gregorio Jerez, quien impuso el nombre San Pedro a la isla principal (siete veces más extensa que la Isla de los Estados). Posteriormente el famoso capitán Cook la re-bautizó Georgia, en homenaje a su rey George III; desconociendo el mérito de aquel marino español.
Existe allí una población ballenera –Gritviken- fundada por navegantes noruegos, en donde operaba la Compañía Argentina de Pesca, de Ernesto Tornquist, desde 1904. En ese establecimiento ha trabajado personal reclutado en las tabernas portuarias del Dock Sud (at. Scandinavian Bar).

Decía Rodolfo Kush que los pueblos tienen historia cuando poseen su cementerio.
Gritviken tiene el suyo; es pequeño, y en el mismo yacen argentinos. Es, sin dudas, un poblado argentino.

Algunos criollos habían formado allí un equipo de fútbol, el “Arpón Club”, sin saber que con algo aparentemente ingenuo, estaban haciendo historia en la isla.
La plataforma marítima de Georgias es similar a la de Malvinas. No se sabe si hay petróleo; pero los derechos que pierde nuestro país en esa área ictícola, superan al presupuesto de algunas provincias.

San Pedro no está más al sur que la Tierra del Fuego, no es antártico.
Y hay más: las islas “Cormorán” o “Aurora”. ¿Alguien las sintió nombrar?
Están 1.400 Km. al este de Tierra del Fuego; y su latitud algo más al norte que Usuahia.

Es un archipiélago de cuatro islotes rocosos e inhóspitos. Su superficie total es de 20 hectáreas y su altura máxima de 75 metros. Carecen de playa, siendo sus costas de altos acantilados, inaccesibles desde el mar. A 16 Km., al sudeste, está la Roca Negra. Es un punto perdido en el mapa, con un mar territorial que vale lo que sólo las potencias bien saben. Son una indiscutible herencia española.

Las descubrió José de la Llana, al mando de la nave Aurora, en 1762, viajando desde El Callao a Cádiz. Y fueron bautizadas por primera vez “Islas Aurora”. Aunque tampoco hayan sido descubiertas por navegantes ingleses, ellos se adueñaron y las bautizaron “Shag Rocks”.

También impusieron inmerecidamente el nombre del pirata Drake al paso interoceánico descubierto por Francisco de Hoces.

Y así, arbitrariamente, fraguando la cronología de los descubrimientos, fueron instalando su toponimia en los territorios australes, despreciando el valor histórico de los navegantes españoles como pioneros en los mares subantárticos.

En 1769 las Islas Aurora fueron avistadas por segunda vez por la nave San Miguel.

En 1794 las registró, desde la nave Atrevida, el capitán Alejandro Malaspina.

A partir de la primera invasión inglesa a las Islas Malvinas, en 1833, el Reino Unido las incorporó como una dependencia de Falklands (sic). Sin embargo, en 1956 por primera vez esas islas fueron pisadas por un ser humano: llegó a ellas desde un helicóptero de la nave Bahía Aguirre, el glaciólogo argentino Mario Giovinetto; un hecho que seguramente la historia oficial británica no registrará jamás.

Argentina nunca renunció a su soberanía sobre estos islotes, nunca caminados por un británico. Sin embargo la patente de corso tiene oficinas en Londres, donde pagan los barcos pesqueros de todo el mundo que hacen allí exterminio de la fauna; depredación que en el Mar del Norte sería un delito punible con multas siderales y hasta la cárcel inclusive.

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