Cambios en la imagen de Avellaneda

Escribe: Arq. María Descole.

Coincidimos con muchos vecinos en que la imagen urbana de Avellaneda está mejorando. Edificios construidos o reciclados aportan calidad a los diferentes barrios y lentamente se recupera el espacio público. Pero ¿pueden considerarse estas obras como noticias a valorar o deben ser naturalizadas como simples hechos cotidianos?

Si partimos de la creencia de que el periodismo se basa en la comunicación de un acontecimiento reciente, en especial un hecho distinto que aparece de manera impresionante o sensacional, nos preguntamos cuál sería la noticia que dé sustento a un artículo cuando se trata de reconocer los cambios urbanos. Porque las mutaciones cotidianas en la ciudad suelen sucederse día tras día y -como tales- no se perciben de forma excepcional, sino que se van asimilando hasta naturalizarse. Sólo para el viajero que regresa o para el observador que se detiene a reflexionar, los cambios tienen la vivencia del impacto de la noticia que irrumpe en la cotidianeidad. Sin embargo, los que vivimos en Avellaneda notamos que hay una novedad, un lento paso de los jirones urbanos que dejaron los ´90 hacia la búsqueda de una imagen de restitución de la calidad de la ciudad. Y esto, lo venimos escuchando por fuera de posicionamientos político partidarios, algo también notorio en una ciudad tan politizada como es este territorio del conurbano sur.

El Génesis y la fragmentación
Parafraseando al Génesis, aquí «en el principio era el Riachuelo». El Riachuelo fue una especie de dios territorial, dador y origen de lo que fuimos después. Si el Riachuelo determinó, Mitre cortó, el Puente unió y la Industria le dio el perfil.

El proyecto agroexportador inglés nos hizo crecer en complejidad de intrincadas redes ferroviarias, terraplenes y puentes que crearon un paisaje irreversible de barrios obreros con fuertes identidades. Los ´90 nos encontraron integrando el AMBA, presos de las empresas multinacionales que como un cáncer devoraron estructura urbana, sin diferenciar tejido sano de enfermo. La globalización tugurizó, desconectó, importó íconos foráneos de macro escala que hicieron implosionar aquella ciudad baja de tradición obrera. El espacio público se desarticuló como lugar de encuentro social, surgieron nuevos problemas de conectividad y perdimos monumentos de aquella tradición trabajadora como la usina de Dock Sud o la fábrica ITE.

Avellaneda tampoco fue ajena al éxodo de capas de población hacia los countries ni al surgimiento de urbanizaciones de población con empleo precario o directamente sin ingresos. El resultado fue la fragmentación social que se expresó en la ruptura de la escala y la ruptura de la imagen del hábitat.

Mejoras en el espacio urbano
Reflejo de la problemática mundial, en nuestra ciudad se replicaron los mismos problemas y soluciones de otros municipios de áreas metropolitanas del mundo. Esta situación suscitó análisis y estudios en los ámbitos académicos y de gobierno. Ente los protagonistas y sus propuestas rescatamos a Jordi Borja, ex alcalde de Barcelona vicepresidente del Area Metropolitana de aquella ciudad por sus ideas de mejora del espacio público. Se trata de democratizar la ciudad a través de cualificar lugares históricamente postergados, superando la vieja diferencia centro /periferia, donde se advierten centros cargados de simbolismo y buen mantenimiento en detrimento de una periferia abandonada y pobre en representaciones y obras de arte. Observamos que en esta línea, los espacios denominados «bajo autopista», por ejemplo, se están humanizando en Avellaneda con jardinería y equipamiento. Señalamos los de la autopista Buenos Aires La Plata, así como la recuperación del bajo estación Sarandí, hasta hace poco oscuro y descuidado. Hoy es un lugar donde los murales, el color y la iluminación lo han convertido en espacio transitable y convocante para estar. En los bordes de las vías del ferrocarril, se implementó un programa de mejoras en el cual no solo se contemplan normas de seguridad por medio de cercos y enredaderas para evitar el acceso directo a las vías, sino que se han parquizado y construido veredas con buena iluminación. En los ensanches de las veredas se alternan coloridos juegos para niños con bancos de hormigón moldeado que marcan la adopción de una renovación en el diseño. El cartel de «entrada a la ciudad» por Puente Pueyrredón ha dejado de ser la confusa llegada al Shopping de otrora. Se ha vuelto a recibir al visitante y al poblador en nombre del Municipio, que en democracia nos representa a todos. Las diversas fuentes ubicadas en lugares estratégicos, el cruce de Belgrano y Mujeres Argentinas, los parques, plazas y plazoletas, el tratamiento de espacios residuales con colores vivos, saturados, son obras pequeñas que mejoran el habitat de la ciudad. Ente las instalaciones para los más chicos y jóvenes se destacan por el uso intensivo que tienen las pistas de skate, que reúnen a los «skaters» y sus familias. En los principales corredores urbanos y espacios degradados se esta llevando adelante un programa de muralismo para aquellos artistas que buscan una oportunidad de expresarse. Está en continua experimentación y con variados resultados aporta color y revitaliza el espacio de la ciudad. También se realizan obras escultóricas en diversos materiales que embellecen la ciudad.

El Riachuelo y su Coloso
Sin duda uno de las mas importantes operaciones es la del borde costero del Riachuelo en su ribera derecha. Han confluido obras de limpieza, tablestacado, consolidación, pavimento, jardineria, arbolado, señalización, recuperación de puentes y obras de arte. El controvertido Coloso de Avellaneda, obra de artistas de la talla de Santoro y Marmo se erige implacable en el paisaje – antropizado hasta el hartazgo – del río de llanura. Obra contundente, despierta adhesiones y rechazos. Situación plausible si pensamos que hasta ayer nuestra ribera era tema de lamentos por el abandono y hoy plantea un debate sobre arte. A la altura de la Isla Maciel encontramos la posibilidad de cruzar peatonalmente por el Puente Nicolas Avellaneda cuyas escaleras mecánicas se han recuperado y en su interior se realizan espectáculos y muestras de arte.

Reciclajes
El año del Bicentenario marcó un punto de inflexión en el reciclaje y puesta en valor de edificios emblemáticos de Avellaneda. El reciclaje consiste en brindar un nuevo ciclo de vida a un edificio. No se trata sólo de obra sino de promover el movimiento dentro del edificio y en su zona de influencia. El caso del viejo Mercado de Abasto de la calle Colón (que, vale la pena recordar, no es el Mercado Central de Frutos) se ha convertido en Centro Cultural, sede de institutos de arte, Casa del Bicentenario y provisoriamente espacios para la Universidad Nacional de Avellaneda. Ha generado una revitalización urbana destacada. El flujo de gente va sembrando actividades hacia Mitre y a lo largo de Paláa, con una tímida aparición de restoranes. Aunque de muy reciente inauguración, las aulas de la UNDAV y escuela municipal de cine en la vieja subestación eléctrica de la calle 12 de octubre prometen una futura mejora en el barrio. Algo similar pasa con la olvidada Villa Pobladora en Piñeiro, donde un viejo lavadero de lanas es hoy sede propia de la UNDAV.

¿Cuál es la noticia?
Las mejoras que se analizan aquí no han sido continuidad de un paisaje dado, sino que entre medio hubo una destrucción de aquel paisaje industrial, de sus símbolos, de su escala y de sus formas de conexión. En un contexto de destrucción del espacio urbano las nuevas obras recomponen, suturan, cosen los retazos y colgajos de lo que la gula de la globalización destroza. En ese sentido podemos considerar que estas pequeñas transformaciones son buenas noticias, que aprovechan espacios de acción vacantes para recuperar usos, reformular significados y brindar oportunidades de nuevas actividades orientadas a la recomposición social. Es nuestro deseo que se repliquen y que la sociedad las valore, las cuide y se apropie de su uso social.*

Un faro de luz azul
Quizás la más destacada intervención urbana haya sido la del exterior de la casa de la Cultura con la recomposición del volumen de la cúpula de la esquina. Un diseño inteligente con relativa baja inversión ha logrado volver a la imagen de la antigua Escuela Nº 1 de Avellaneda. Durante la noche la iluminación de la esquina la convierte en un faro azul cargado de simbolismo. El ensanche de las veredas que preocupaba tanto a los vecinos de la cuadra, impactó positivamente en el funcionamiento, a tal punto que se ha replicado en las esquinas de Piaggio y 9 de Julio. Un espacio vacante convertido en basural fue recuperado como centro cultural gestionado por estudiantes universitarios. Se trata del «Núñez» en la calle San Martín, un lugar de experimentación artística que ofrece cafetería y waffles, con ideas nuevas en medio de un centro que amenazaba con tugurizarse. Nuevamente obras pequeñas de gran impacto en la imagen y en la vida de la ciudad.

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