Las personas

Escribe Roberto Díaz.

Son muy lindas las palabras y los conceptos. Las teorías gigantescas, las frases altisonantes, las definiciones rotundas y contundentes. Son, generalmente, las que utilizan los gobernantes de todo el mundo, casi siempre para alabarse a sí mismos.

Hacer creer que las cosas funcionan gracias a sus deseos y decisiones. Crear la fantasiosa idea de que ese país es lo que es por su maravillosa forma de gobernar.

Pero a medida que pasa el tiempo, nos vamos dando cuenta que los países son mejores o peores gracias a la población que tienen dentro. Si contamos con gente progresista, con alta capacidad para la producción y el trabajo, si tenemos en ese país una mayor proporción de buena gente, culturalmente apta, civilizada y capaz de desarrollarse por sí misma, tendremos una gran parte del camino ganado, un alto porcentaje de éxito merced a la pujanza y el espíritu de futuro de esa población de la que hablamos.

Los pueblos no son entelequias, son personas; y en la medida en que ese pueblo esté formado por mejores personas, mejor será a la hora de funcionar como tal.

Así de simple es esta especie de Perogrullada. Hay un sin fin de ideólogos que nos quieren hacer creer que la palabra “pueblo” es una palabra intocable; entonces, la alaban, elogian demagógicamente a algo que es inexistente, en tanto y en cuanto no tomemos conciencia de cómo somos, uno a uno.

El pueblo, así como masa informe, como abstracción, no existe; es un invento de aquellos que, usándolo como máscara, les sirve a sus propios y personales provechos.

Por eso, es tan importante la Educación y la Cultura; cuanto más elevadas sean las personas, cuantos más conocimientos posean, cuanto más generosas y solidarias sean, cuanto más pacíficas y urbanizadas sean, mejor será la calidad humana de esa comunidad.

Estamos convencidos de que la alta autoestima de cada una de esas personas, dependerá que no se filtre el virus del fanatismo, de la violencia, de los oscuros designios de algunos “iluminados” que creen que han sido llamados por la Providencia para “salvarnos”.

Por supuesto, los demagogos, los autócratas, los que se sienten “ungidos”, pretenderán otra cosa. Cuanto más quede la gente en la cerrazón, cuanto menos escuela le demos, cuanto más mantengamos a ese pueblo en la servidumbre, como rehén del “papá de turno”, más éxito tendrán en sus proyectos perversos y menos rédito tendrá ese pueblo.

Estas cuestiones (o reflexiones) no son el summum del intelecto ni mucho menos, pero hay que refrescarlas a cada rato, cuando observamos de cuánta perversidad y acechanzas letales peligran los pueblos, es decir, cada persona porque, en definitiva, somos cada uno de nosotros, los que debemos hacer todo lo posible para que el futuro de una comunidad sea promisorio y mejor.

Lo otro, es el engaño, es el oscurantismo. Es retroceder sin vuelta de hoja.

pepecorner@hotmail.com

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