«Instituto María Auxiliadora», cien años educando con la impronta de Don Bosco

Se fundó en 1910 y sus primeras alumnas fueron las obreras de Avellaneda.

El Instituto María Auxiliadora de Avellaneda, ubicado en Belgrano 667, cumplió cien años de vida y lo está festejando a lo largo de todo el ciclo lectivo junto a sus alumnos, padres, docentes y ex alumnos que aún conservan en su memoria, aquellos años donde crecieron y se formaron como personas.

De la mano de la Inspectoría de San Francisco de Sales, a la cual pertenece, la “Casa de Avellaneda” (hoy Instituto de las Hijas de María Auxiliadora) nació el 1 de marzo de 1910, cuando la Madre Emilia Fracchia era la Superiora Provincial, Pío X era el Sumo Pontífice y Figueroa Alcorta manejaba los destinos de un país que se preparaba para la fiesta del Centenario.

En ese entonces, Avellaneda contaba con una gran cantidad de mujeres trabajando en las fábricas asentadas en la zona y, fueron ellas, las obreras, las principales beneficiadas con esta inauguración, ya que se brindaba enseñanza primaria y profesional. La mayoría de ellas, provenían de la fábrica de fósforos que estaba frente a lo que hoy es la Escuela Normal de Avellaneda.

Las primeras hermanas designadas para esta nueva iniciativa fueron Mercedes Stabler, quien asumió como directora; Luisa Vigo como maestra de labor; Honoria García y Eufrosina Gunetti fueron las maestras de clase y Ana Figuera la cocinera.
Como todo nuevo emprendimiento, los primeros pasos no fueron fáciles. Si bien el colegio se inauguró el 1 de marzo, las clases no pudieron iniciarse en forma inmediata por la falta de bancos y porque aún faltaba completar algunos arreglos en el inmueble de Av. Mitre 728, sede utilizada hasta 1915 cuando construyeron en el actual lote.

Para paliar esas faltas, el Círculo de Obreros Católicos les cedió cien sillas, mientras que las “Casas” de Barracas y La Boca les enviaron muebles y utensilios, tanto para cocina como para el comedor.

La inscripción estaba en marcha y más allá de la buena voluntad, la falta de espacio hizo que ésta se cerrara con la admisión de 330 jóvenes, en su mayoría de entre 15 y 22 años de edad.

Para una mejor organización, las jóvenes obreras fueron divididas en grupos: “Corte y Confección”, y “Bordado y Costura”.

Marzo de 1910 fue un mes de mucho trabajo y también de celebraciones. El día 6, las autoridades de la “Casa de Avellaneda” organizaron una misa de acción de gracias para celebrar la apertura del establecimiento, siendo los padrinos de la ceremonia el Intendente Alberto Barceló; el presidente del Consejo Escolar, Celedonio Peralta; y sus respectivas esposas.

Cuatro días después, inauguraron su propia capilla. En los apuntes manuscritos de esa época, que aún conserva el colegio María Auxiliadora, se expresa que “Se inauguró la capillita, celebrando por primera vez la Santa Misa el Reverendo Cura Párroco. Terminado el sacrificio, el celebrante se dirigió a los oyentes inculcando su gran amor a Jesús Sacramentado, que desde ese momento tendría su morada en esta humilde capillita”.

De a poco la institución fue creciendo y equipándose. En abril, el día 5, llegaron los bancos que se le habían encargado a la Dirección Provincial de Educación, los cuales fueron remitidos junto a dos mapas, útiles escolares y libros de textos.

Un mes después, desde Bahía Blanca llegaron otros quince bancos destinados para las alumnas más chiquitas. Así, con esfuerzo propio pero con la solidaridad de los pares, la “Casa de Avellaneda” fue dando sus primeros pasos sin imaginar que el destino le deparaba una historia centenaria.

De ese primer año de vida, seguramente uno de los momentos más importantes fue la primera peregrinación a Luján.

Al respecto, las crónicas de la época narran: “Las niñas, acompañadas por las Hermanas, fueron a Luján con la peregrinación de la Parroquia formada por más de 3500 peregrinos. Tuvimos un día espléndido, la mayor parte de las niñas comulgaron, muchas visitaron el santuario por primera vez”.

Sara Rojas, medio siglo de historia en el colegio
Sara Rojas tiene una larga trayectoria en el colegio. Tras su paso como alumna de la primaria en el ENSPA, llegó al “María Auxiliadora” en 1958 para cursar el secundario, ni bien se recibió se desempeñó como docente y, entre 1989 y 2010, ocupó la Vicedirección.

“La sociedad fue cambiando y los padres fueron los que con el tiempo empezaron a pedir la creación de la escuela secundaria. Ahí se formó el primer grupo, al que yo pertenezco”, aseguró Sara Rojas, orgullosa de haber sido parte de la primera promoción de alumnas, que egresó en 1962 con el título de “Maestra Normal Nacional”.

En aquellos tiempos del “secundario”, las alumnas estaban deseosas de transmitir todo lo aprendido y era un momento de emoción cuando faltaba alguna Hermana en el primario y les pedían a ellas que se hicieran cargo de un grupo, aunque sea por unas horas.

“Para nosotras era como sentirse en la gloria, porque estábamos al frente de un grupo y grande, como quinto o sexto. Estábamos felices y dichosas de estar con las Hermanas”, evocó Rojas.

“Antes había Hermanas por todos lados, en los corredores, en la cocina, en la biblioteca y en los patios, conversando con las chicas -agregó- porque siempre buscaron que no se perdiera ese clima familiar, la cercanía y de enterarse de todo lo que te pasaba para darte una mano”.

De su etapa como alumna, Rojas destacó que los tres pilares más fuertes de la institución, como todo establecimiento salesiano, eran el “aula” como lugar de encuentro, estudio y trabajo; el “patio” para compartir y jugar; y la “capilla” para rezar y encontrar las fuerzas para seguir adelante.

“María Auxiliadora despierta el sentimiento de sentirse su hija, sabiendo que te protege, te guía y te acompaña”, comentó Rojas.

A comienzo de los años ’60, los cursos estaban a cargo de religiosas, pero la cantidad fue decreciendo en forma gradual. “Yo me había recibido en el ’62 -comentó Sara Rojas- y al año siguiente tuve la emoción gigante de que me vinieran a buscar a casa para hacerme cargo de un grupo”.

En los años ’70 el país padeció la dictadura militar y la escuela no fue una isla. “Había Hermanas más conservadoras o rígidas y otra más abiertas, pero siempre con exigencia desde la disciplina”, comentó.

“Había tanta disciplina que me acuerdo que cuando éramos alumnas nos llevaban a un salón y nos leían en voz alta los conceptos que nos habían puesto, delante de todas -explicó Rojas- por ejemplo decían Conducta, Orden y Urbanidad: diez, diez menos, nueve; y se hacía un silencio como si hubiésemos matado a alguien porque la exigencia era muy grande”.

“Uno lo cuenta así, pero dentro del contexto y de la realidad de ese momento, era algo lógico, por suerte la sociedad es dinámica, el tiempo te va abriendo la cabeza y ahora se respeta más el camino que uno va haciendo”, destacó.

Los años ’80 fueron movidos en el colegio, no solo por las situaciones que atravesó el país, sino porque fueron disminuyendo las vocaciones.

“Las Hermanas le habían pedido a un grupo chileno especializado en educación que analizara la gestión para ver qué iba a suceder en el futuro con la escuela. Cuando presentaron los informes fue fuerte, porque decían que había que rediseñar la obra y ver quién, entre los laicos, pudiera ocupar cargos directivos”, recordó Rojas.

Luego de casi 25 años de docente, la sorpresa de Sara Rojas fue mayor cuando la hermana Margarita Ricagni la convocó para asumir la vicedirección en 1988. “Cuando llegué justo hubo un paro docente que duró como dos meses y en la escuela había todas Hermanas nuevas. Al principio costó porque había cierto recelo, porque es difícil hacer punta”, sostuvo Sara Rojas.

Consultada sobre cómo fueron los años ’90, la por ese entonces Vicedirectora comentó que fueron de mucho cambio porque el colegio dejó de ser para mujeres para pasar a ser mixto, con lo que “hubo que construir nuevos baños y ponerles rejas a las ventanas para que los pelotazos no rompieran los vidrios”.
“Además, las Hermanas Fulvia y Patricia vieron que era ventajoso y necesario conformar un equipo de conducción, como así también un equipo de orientación escolar con psicólogas y psicopedagogas -añadió- porque a veces una docente no tiene las herramientas que tiene un profesional para abordar temas complejos”.
En la última década, especialmente en 2005, los cambios fueron también muy determinantes para la historia del “María Auxiliadora”. Por un lado, se independizó el jardín de infantes y por otro, la inspectora Ana María Porta anunciaba que, a partir de 2006, la escuela pasaba a ser de “gestión laical”, es decir sin presencia de hermanas.
“Llorábamos, no sabíamos que íbamos a hacer, porque perdíamos a la referencia de ver a una hermana por el patio, fue fuerte. Igualmente las Hermanas se siguen acercando y comunicando para supervisar”, remarcó.

Finalmente, Sara Rojas resumió lo que fueron los últimos años, asegurando que “los chicos cambiaron, los docentes también porque ya no son ex alumnas, pero se conserva el carisma y el ideario de la escuela, se buscan soluciones nuevas a los problemas distintos que van surgiendo, pero siempre sin perder las raíces, porque es la impronta que dejó Don Bosco”.

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