Wilde, ciudad con historia

Escribe Antonio J. González.

“¿Sabés que Wilde no se fundó?” le dijo Tomás Torinotti a la periodista y escritora Ethel Pérsico durante una entrevista que ella reprodujo en una de sus publicaciones. ¿Cómo que no se fundó? …”surgió simplemente por decisión casual de quienes pasaron por sus tierras y se quedaron” acotaba Torinotti. “El pueblo nació sin acta constitutiva, sin documentación ni escribientes, nació fruto del amor de sus ancestrales habitantes”.

“Así supe –cuenta Pérsico- que de un vecindario en torno a una casilla de madera levantada por los obreros de la Casa Bomba, nuestra ciudad nació y creció de la mano del Ferrocarril y de Obras Sanitarias de la Nación. Eso es algo indiscutible. Es preciso recordar que Wilde es tierra de la Magdalena, que “Kilómetro 14” fue la denominación anterior al Ferrocarril de la Ensenada”. Expresa la periodista que “estas tierras son de las más altas cotas de nivel de la zona; Wilde es zona benévola y eso lo advirtieron los Monjes Dominicanos, puesto que su clima es ideal para la fertilidad de los suelos”.

Esta indagación a los viejos vecinos, recoge la afirmación que “Wilde tuvo al principio varios apelativos a saber: “Ciudad Futuro”, “Jardín de Avellaneda”, “Punta de Gaitan”… Hubo alguien, en algún momento que dijo: “Wilde es Ciudad y Cultura”; no se equivocó”.

Torinotti, por su lado, afirmaba “que nuestro Wilde era adulto cuando recibió su nombre, un apellido de prosapia literaria en Argentina. El 13 de noviembre de 1888 fue inscripta esta localidad, a partir de entonces tuvo una fecha para contarle al tiempo”.

Un valioso documento es este porque recoge la información que tienen los antiguos pobladores de esa zona para armar el rompecabezas que es siempre el crecimiento de una población.

“Me sorprendieron al comentar –continúa Ethel- que muy poca gente sabe que aquí hay algo de Australia; los primeros árboles que nacieron de las semillas originarias de allí. Esos árboles brindaron rozagantes descendencias: los eucaliptos plantados a lo largo del arroyo.”.

“Leopoldo (Peirano, otro viejo vecino de la zona) que siempre guardaba una anécdota en su manga, salió al cruce una mañana diciéndome: ¿Sabés por qué Las Flores lleva ese nombre? Porque por allí pasaban los camiones con semillas para forestar la costa; de las semillas caídas se fueron formando alfombras de flores amarillas; entonces los vecinos solían decir “Vamos a pasear por la calle de las flores. Así fue como dejó de llamarse San Cayetano”.

“Torinotti nos decía que algo tardía fue la urbanización del oeste; Mitre se llamaba Camino Real y Fabián Onsari era Cadorna. Nunca supimos los motivos de ese último cambio de nombre. Lo cierto es que esa zona comenzó a poblarse desapareciendo la laguna llamada “La Palangana” y los terrenos propiedad de Don Benito Gonnet, ubicados entre el arroyo y Camino Gral. Belgrano, tomaron mayor valor”.

Es más extensa esta nota de Pérsico y conviene repasarla cuando queremos evocar la historia real y palpitante de estas tierras que alguna vez vieron andar a los indígenas querandíes. Sea también esta crónica de recuerdo y homenaje a Ethel, apasionada trabajadora por la identidad wildense.

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