Un recuerdo para los maestros, y los estudiantes…

Escribe: Antonio Hugo Caruso.

Avenida Mitre entre Iriarte y Tinogasta.

Las baldosas se dejan gastar una vez más por las idas y venidas de quienes cada día entramos a la Escuela 38. Que fue mudada en frente donde estaba el Club La Porteña que era lugar de reunión para el Picadito.

Con el devenir de las semanas y con compañeros de grado que eran los mismos vecinos y amigos; fuimos acompañados por las sonrisas maternales de nuestras maestras. Comencé con ganas de aprender cada día algo nuevo y de compartir juegos y recreos con mis compañeros.

Hasta segundo grado la escuela estaba sobre Mitre yendo hacia el centro de Avellaneda; luego fue mudada a la otra mano entre Elizalde y Obligado, frente al Círculo Friulano.

¡Y qué bueno fue el cambio! Dejamos la vieja construcción de madera y chapa por una escuela con aulas calefaccionadas, baños impecables, un patio hermoso y un salón de actos que es una verdadera sala de teatro. Esta escuela se inauguró dentro de lo que conocimos como Primer Plan Quinquenal. En el desarrollo de este programa de trabajo la Provincia y el país todo, fue poblándose de escuelas de similares características.

Con el devenir de los años la organización del festejo del Día de la Primavera fue uno de los pasatiempos favoritos. Comenzábamos desde mucho tiempo antes a planificar todos los eventos. Ese día, en la escuela, se elegía la Reina de la Primavera y el Rey del Pasto, y quienes quisieran competir para obtener alguno de los lauros debían prepararse con gran dedicación. De Rey del Pasto era un galardón que obtenía quien luciera el mejor disfraz de pasto. Vestirse de verde y aparentar ser el mejor junco, el yuyo más original. La Reina de la Primavera era más difícil de elegir porque todas las chicas se arreglaban con gran esmero.

Unos días antes de este festejo, otro también importante ocupaba nuestro tiempo: el Día del Maestro. En este día tan especial, y en el que es importante hoy resaltar la frase “Educar al Soberano”, cada uno llevaba a su maestra un presente que las maestras, siempre, reconocían sin importar cuál fuera la importancia del regalo.

Además, era el momento en que nuestras madres una vez más agradecían el cuidado y la educación que recibíamos día a día. Porque la comunidad reconoce al maestro, sabe que el maestro es un pilar imprescindible para el crecimiento y progreso no sólo del niño, joven o adulto, sino de la comunidad y el país todo.

Hoy, que transitamos un modelo de inclusión que verdaderamente tiene en cuenta a aquellos que han sido socialmente postergados, seamos protagonistas y artífices de esta inclusión que hará que en breve podamos vislumbrar los resultados de un modelo político económico, que tiene como eje la dignidad de todo habitante de la tierra Argentina.

Antonio Hugo Caruso
De su libro “Desde el barrio”

noticias relacionadas