Territorio tanguero, sin dudas

Escribe Antonio J. González.

A partir de los ’80 el tango comenzaba a desarrollarse en las orillas del Riachuelo. En este sur sus primeras versiones se descubrían en academias y teatros. Pero los lugares más fértiles para esa nueva música popular eran los peringundines, que en la antigua Barracas al Sud funcionaban con autorización en la Isla Maciel, Dock Sud y otros lugares prostibularios con olor a arrabal.

El músico, bailarín y poeta Miguel Bucino escribió un tango que Gardel grabó en 1929: “Bailarín compadrito”. Bucino conocía mucho esos lugares y los volcó en sus creaciones. “Bailarín compadrito, que floreaste tus cortes primero en el viejo bailongo orillero de Barracas al Sud” decía. Y él sabía de qué hablaba.

Era uno de los porteños que cruzaban el Riachuelo y se instalaban en el recreo El Pasatiempo, donde actuaban músicos que luego se transformaban en orquestas típicas. Pero no era el único lugar, porque estaba también el Farol Colorado a cargo de la siniestra Zwi Migdal, y también el prostíbulo de la Chacarera.

Más allá, en la vieja ciudad se encontraba el café El Tropezón; y en Piñeyro, “lo de Giribone”. Otro de esos lugares medio “cafetín”, medio “bailongo”, en Pavón (ahora Estevez) y Humberto Primo era el Garbarino, o El Descanso. En el centro, Montes de Oca y Saavedra (actual Ameghino), estaba la célebre La Buseca, donde debutara Eduardo Arolas en 1909. En estos lugares, como en otros similares, el tango comenzaba a tomar carnet de popular, arrabalero y argentino.

Barracas al Sud, como la mencionan varios tangos, para los bailarines del tango y los músicos tangueros, era como el living donde se mostraban antes debutar en el Centro porteño. Al decir de Buccino en “Bailarín compadrito”: “…floreaste tus cortes primero / en el viejo bailongo orillero / de Barracas al Sur! / …y a lucir tu famosa corrida / te viniste al Maipú!”.

Por su lado, Enrique Cadícamo, expresaba en otro tango: “Desde pebete lo escuchamos roncar / por los deslindes de Barracas al Sur /y en los bailongos lo hemos visto bailar / al Cachafaz, que era una luz…”

En “Sangre Maleva” también se menciona: “En Boca, Avellaneda, Barracas, Puente Alsina / Belgrano, Mataderos y todo el arrabal”. En “Orgullo tanguero”: “desde purrete lo he escuchado roncar / por los deslindes de Barracas al Sur…”

No hay dudas que esta orilla del Riachuelo era territorio arrabalero, fiel a su historia, a sus condiciones sociales y culturales, a la fertilidad y creatividad que se encontraba en sus encuentros artísticos-sociales-políticos, tal como si en sus bailongos, pistas de baile o lugares irreverentes se encontrara el caldo de cultivo para la esencia tanguera. Nada menos. Ni nada más. ¡Pavada de medallón!

ajgpaloma@gmail.com

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