Somos Conurbano…

Escribe Antonio J. González.

Algunas veces nos olvidamos que pertenecemos a la conglomerada zona que se denomina “el conurbano” de la provincia de Buenos Aires. Nuestra vecindad con la Gran Metrópoli absorbe y tiñe nuestra idiosincrasia, tal vez con la ilusión de asociarse a las luces e historia de la ciudad de Buenos Aires. A veces nos descubrimos un suburbio de trabajadores cercano a la Capital, donde no hay lujos y faltan comodidades, o en otros casos, zona de violencia, angustia, caos. Entre esas dos concepciones van optando nuestros relatos locales y, en algunos casos, se reflejan en la literatura, el periodismo, la historia y el arte.

 

La cultura de las privilegiadas élites sociales es propicia para ese tipo de confusión. Les cuesta identificarse con la clásica realidad del conurbano que muestran las crónicas periodísticas de todos los días, sus padecimientos, carencias y conflictos. Nosotros habitamos una zona con historia grosa en el momento de encontrar las raíces, emparentada con el propio desarrollo como país y en los cambios y definiciones sociales y políticos.

 

Ésta, desde su formación, ha sido tierra de laburantes, inmigrantes externos e internos, crisis sociales, apogeo industrial y su último proceso crítico. Aquí surgieron algunas de las primeras agrupaciones vecinales, culturales y sociales alentadas por las poblaciones barriales y su dinámica social. Por eso el sentido de pertenencia a una realidad distinta de los más acomodados barrios capitalinos, es parte de nuestra realidad. Y en este fenómeno está nuestra identificación con el “gran conurbano”.

 

Muchos narradores, poetas, periodistas y comentaristas sociales han dado testimonio de nuestros rasgos sociales y humanísticos.  También una valiosa generación de artistas populares, músicos, cantantes, actores, escritores y plásticos no soslayaron los rasgos de identidad que ellos mismos vivieron. La historia del film “Luna de Avellaneda” no es exclusiva de nuestra ciudad, por ejemplo, pero sí transmite los rasgos que definen nuestra propia historia social. O las narraciones de Joaquín Gomez Bas en “Barrio gris” o las pinturas barriales de Francisco López Grela, José Luis Menghi y otros, o las canciones de los músicos que nacieron y vivieron aquí. Es una marca de fuego que no se borra.

 

“Aires de cuna, de amor y de sangre. El drama estaba en su seno con el mismo candor que un puñal en la mano de un ángel” define Gomez Bas. No hay una “literatura del conurbano”, hay escritores nacidos y criados aquí que son honestos con sus raíces.

 

Existe una literatura que devela los matices de un conurbano heterogéneo. No solo como un territorio de pobreza y de marginación, sino como un lugar floreciente, en cambio continuo, porque no es homogéneo. Cada rincón guarda sus propias historias y sus originales experiencias de vida.

 

 

ajgpaloma@gmail.com

noticias relacionadas