Sociedades asistencialistas

Escribe Roberto Díaz.

Lo ideal ¡cómo no! sería que cada integrante de la comunidad que sea, se abastezca a sí mismo, como primera medida equitativa y lógica. Porque, aunque parezca este concepto excesivamente utilitario, nos parece que no es muy justo que digamos, el hecho de mantener holgazanes y gente que vive a costa de los demás.

Muchas veces, el Estado sale a ser de “Papa Noel”, que es una manera de “taparle la boca al perro para que no ladre”, metáfora que significa socorrer, mediante el asistencialismo, a todos aquellos que no son capaces de fabricarse sus propios recursos.

Este es un dilema que existe desde tiempo inmemorial.
En la actualidad, muchas naciones europeas y también los Estados Unidos, han tenido que ir en socorro de ciudadanos a los que la crisis que se ha desatado en parte del mundo capitalista del primer nivel, los ha dejado en malas condiciones.

En este caso, aquel viejo concepto económico y social de autoabastecerse, ha tenido que dar paso a esta ayuda de los Estados para no agravar, aún más, el descenso de los niveles de ingreso.

Según noticias procedentes de Barcelona (ciudad exponencial a la hora de observar la magnificencia) es que la crisis de Europa nada tiene que ver con las crisis que afrontan nuestras débiles repúblicas latinoamericanas.

Esto es lógico que así sea. Pero para el caso es lo mismo. Una crisis en nuestros países, puede significar menos comida en las mesas. Una crisis en Europa, puede significar no cambiar la vajilla de la cocina. Y si bien no hay forma de comparar comida con vajilla, los efectos a medir serán exactamente los mismos. Ciudadanos airados, protestando por el “ajuste”.

Lo hemos observado en Inglaterra, en los últimos días y, sin embargo, el pueblo inglés no padece, para nada, hambre; simplemente, las protestas masivas son producto de otros “ajustes” y otras “urgencias”.

Todo este galimatías del lenguaje, para expresar que las crisis no son todas iguales. Lo significativo de las mismas es cuando, al medirlas, nos encontramos con que muchos miles de personas descendieron, aún más, en los niveles de indigencia. Pero lo que está en discusión en las naciones desarrolladas son otras cosas. En España, como ejemplo, es que el nivel de desocupación es muy alto y el gobierno tiene que salir en socorro de los desocupados, otorgando más seguros de desempleo. Es decir: deben distraer más recursos económicos para paliar una situación que pone en riesgo la armonía social de la comunidad.

Como vemos, hay sociedades plenas de confort y de alto ingreso per cápita que, aún así, están descontentas. El ser humano se acostumbra a todo: a lo mejor y a lo peor. Las sociedades del siglo XIX se alumbraban a velas; las sociedades del siglo XX lo hacen a energía eléctrica y esta energía se ha vuelto imprescindible. Cuando falta, por el motivo que sea, repercute en la comunidad y aparecen las protestas masivas.

Somos hijos del entorno; las realidades que encontramos, apenas abrimos los ojos a la vida, son las que, nunca, querremos perder. Y si es posible, desearemos incrementarlas. Así sucede con estos adelantos tecnológicos de la era moderna.

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