Simbolismos de Navidad y Año Nuevo

Escribe: Irene Mercedes Aguirre

El mes de diciembre tiene aires distintos a los del resto del año. En parte porque se acercan las vacaciones, en parte por los simbolismos que asoman en la trajinada vida cotidiana a través de distintos indicios: arbolitos que surgen en las vidrieras, luces, hojas, colores, formas, adornos navideños,  pesebres, imágenes religiosas, el Niño Dios nacido en un humilde pesebre, en suma, una invitación a sumergirnos en  emociones y relatos tradicionales que no se ajustan a los pensamientos  concretos y operativos que generalmente ponemos en acción. 

Porque las fiestas navideñas nos retrotraen a otras épocas y a otros imaginarios de hace mucho tiempo  que aún despiertan ecos en nosotros, aunque muchas veces  aparezcan como deformados. 

Hay un enorme simbolismo en la Navidad. Una restitución de la justicia en el mundo  pues el Rey de Reyes nace en el sitio más humilde, en situaciones poco aptas para dar a luz un niño y  mantenerlo en buenas condiciones de higiene y protección.

Pero además, hay un claro reconocimiento de la augusta figura de los personajes de la representación navideña. Porque la estrella está iluminando ese sitio y los magos vendrán a adorar al niño Dios. desde largas distancias.  

El ambiente circundante es opresivo, ha tenido lugar no ha mucho la matanza de los inocentes ordenada por Herodes ante el temor de un rey que le disputara su poder terrenal.  Pero no es ese el propósito de tal  nacimiento. «Mi Reino no es de este mundo» dirá Jesús más adelante.  Aquí puede apreciarse la dificultad que muchas veces nos traba la comprensión de los símbolos. Los tomamos al pie de la letra, los despojamos de su valor indicial y espiritual y lo «materializamos» sin darnos cuenta que el símbolo tratado de esa manera, se disuelve en el aire y pierde su sentido. 

El Año Nuevo marca el fin del año  y el nacimiento de uno nuevo.  Es un momento donde Cronos conjuga los tres tiempos: el pasado (el año que se va), el presente, el instante de cruce con el nuevo año y el futuro, abierto a otra oportunidad, a otras posibilidades, es decir, a nuevas esperanzas e ilusiones. 

Si levantamos las copas en un gesto de religamiento entre todos los humanos y para dar paso a otra oportunidad, entonces el Año Nuevo cobra un sentido extraordinario y nos inunda de energía y potencia. Si nos quedamos meramente en comer y beber sin atender al significado, todo pierde dimensión simbólica y por ende, se empobrece su festejo. Dejemos que el espíritu de la Navidad y el Año Nuevo nos brinde su riqueza simbólica y su potencial espiritual. 

Luz de Navidad

Golpea la emoción mi reservorio,
el sitio donde acuno trascendencia
y percibo de pronto en mi conciencia
el sentido que clama, perentorio.
 
Valoro que es la vida, la comprendo
porque esa Luz de Navidad me cubre,
me aporta una emoción  que no me aturde
sino que se devela sin estruendo.
 
El simbolismo acude a mi costado,
la venda de mis ojos ha caído
y veo, sin tapujos, mi pasado.
 
Jesús en el pesebre ha sonreído,
la estrella en alto está  ¡Resucitado!
brilla  mi corazón alicaído.

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