Responsabilidad y amor en las relaciones de padres e hijos

Escribe la Lic. Andrea Fabiana Varela Seivane.

Si bien el amor es el ideal en la relación de padres e hijos, no es una norma para cumplir obligatoriamente. Muchas personas sienten que el amor a los padres es un deber, pero la obligación de amar a los padres debería ser entendida de tal modo que en ese amor este incluida la voluntad, el compromiso, la reciprocidad y unas bases sólidas que forjen una relación sana y libre con posibilidades de ser sincera y que facilite la felicidad.

Muchas veces los sentimientos de los hijos hacia los padres no están marcados por el amor, lo cual suele causar inquietud, frustración y sentimiento de culpa, y si bien es necesario cuidar las necesidades básicas de los padres, este compromiso no implica necesariamente estar vinculado con el amor.

Cultivar la voluntad, el compromiso, la reciprocidad y las bases sólidas, va a llevar a un amor donde hay cantidad, calidad y calidez, pero el amor que une a los hijos con sus padres no es perfecto en sí mismo y sobre todo no se hace solo.

Por ejemplo existen padres que no pudieron o no supieron amar, que no posibilitaron que se abriesen los caminos para que se desarrollara y afianzara el amor, o hijos que no les gusta como funcionan sus padres en la vida y se sienten muy lejos de su escala de valores, o hijos que experimentan que no han sido escuchados, ni ayudados y sienten la ausencia del cuidado. En estos casos estas personas suelen asumirse sin amor por sus padres, pero persiste en ellos la creencia de que este amor es obligado, lo cual los lleva a sentirse apremiados por ellos mismos generando grandes conflictos internos. En una relación de amor en la que existe un interés y una necesidad especial para que funcione, hay que distinguir entre como es esa relación y que se hace, se puede errar o se puede no estar de acuerdo, pueden sucederse comportamientos que no gustan o que incluso se pueden rechazar, en ocasiones se puede evidenciar que los padres no supieron estar a la altura de las circunstancias, que no se comportaron de la manera adecuada, en otras ocasiones que no supieron transmitir el amor o que existió ausencia de demostraciones de cariño y ternura.

Pero estas carencias no hay que confundirlas con un problema de fondo, probablemente estos padres no supieron hacerlo porque no dispusieron de la posibilidad de aprendizaje.

Todos sabemos cual es la situación en la que nos ubicamos y en la que nos han ubicado las circunstancias, y en esa posición, igual que se aprende a amar, se practica el amor, y cuando el amor no surge es porque algo está obstaculizando ese encuentro.

De todos modos nada indica que es obligatorio querer porque si a los padres, y si esa relación resulta poco saludable sería preferible optar por no amar como expresión del respeto que uno mismo se debe. Es decir que puede haber responsabilidad filial sin amor, y en los casos en que esto sucede, igualmente pueden manifestarse conductas cariñosas sin que impliquen una relación de amor. Si bien surge malestar emocional cuando la realidad de la falta de amor se materializa, se admite y se decide actuar en consecuencia responsabilizándose por los padres, hay que tener en cuenta que el grado de compromiso debe ejercitarse y reforzarse cuando los padres pasan a ser dependientes y no se valen por sí mismos, con lo cual será necesario atenderlos y cuidarlos en sus necesidades básicas, y si la persona se decide tiene que saber que este compromiso no necesariamente tiene que estar vinculado con el amor y no significa que en todos los casos tenga que ser personalmente.

Toda carencia condiciona pero no determina la calidad de las relaciones afectivas, siempre que se sea consciente y se recurra al aprendizaje se pueden reestructurar las relaciones, y nunca es tarde se tenga la edad que se tenga.

Lo imprescindible en el amor, en el compromiso que conlleva, es dedicar tiempo, escucha, respeto, ternura y muestras de amor, como son los abrazos, los besos, las caricias y las expresiones cariñosas.

Amar es alimentar la ilusión, la seguridad y la vida. Si decidimos amar, eso es lo que nos comprometemos a entregar. Para evitar y suavizar las consecuencias de estas emociones negativas, no hay que olvidar que al amor, también hacia los padres, se llega con dedicación, atención, comunicación, respeto, ternura y cariño, dedicación con el tiempo de presencia real, estar junto con, no de coincidir en el mismo espacio físico, atención en escuchar los requerimientos, las necesidades, las penas y las alegrías de la otra persona, comunicación en hablarse, decirse, compartir la vida, generar una relación, respeto en la aceptación, sin etiquetas ni reproches y en especial sin manipulaciones para que cambie y sea como nos gustaría que fuese, ternura en hacer sentir a la otra persona la importancia que tiene en nuestra vida y cariño al pronunciar palabras de amor y al demostrarlas gestualmente con nuestras caricias.

Licenciada en Psicología
Andrea Fabiana Varela Seivane
MN 34156
Consultas al 4205-0549 155-143-6241

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