Reflexiones de Monseñor Frassia

El Obispo de la Diócesis de Avellaneda – Lanús, en sus reflexiones radiales semanales, se refirió al Evangelio según San Lucas 4, 1-13 (ciclo C): «Cuaresma: tiempo de vida nueva»

Jesús, lleno del Espíritu Santo, regresó de las orillas del Jordán y fue conducido por el Espíritu al desierto donde fue tentado por el demonio durante cuarenta días. No comió nada durante esos días y al cabo de ellos tuvo hambre. El demonio le dijo entonces: «si tú eres Hijo de Dios, manda a esta piedra que se convierta en pan»; pero Jesús le respondió: «dice le Escritura: ‘el hombre no vive solamente de pan’». Luego el demonio lo llevó a un lugar más alto, le mostró en un instante todos los reinos de la tierra y le dijo: «te daré todo este poder y el esplendor de estos reinos, porque me han sido entregados y yo los doy a quien quiero; si tú te postras delante de mí todo eso te pertenecerá»; pero Jesús le respondió: «está escrito: adorarás al Señor tu Dios y a Él solo rendirás culto». Después el demonio lo condujo a Jerusalén, lo puso en la parte más alta del templo y le dijo: «si tú eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo porque está escrito: ‘Él dará órdenes a sus ángeles para que te cuiden’ y también ‘ellos te llevarán en sus manos para que tu pie no tropiece con ninguna piedra’», pero Jesús le respondió: «está escrito: ‘no tentarás al Señor, tu Dios’». Una vez agotadas todas las formas de tentación el demonio se alejó de Él hasta el momento oportuno.

Cuaresma: tiempo de vida nueva
Empezamos la Cuaresma, un camino hacia la Pascua. Cuaresma es el compromiso de la escucha de la Palabra de Dios; es el tiempo de la conversión, de la oración, de la caridad fraterna para descubrir el sentido de la propia vocación y pertenencia al Señor, en la Iglesia; Cuaresma es un tiempo de vida nueva.

Esta realidad de la Cuaresma toca todo: el trabajo, la profesión, la familia, las relaciones con sus hijos, los vínculos con los demás, con la sociedad, en la Iglesia. Fundamentalmente con el propio sentido de la vida en los valores auténticos.

Hay que tener criterio de vida. Y más que tener, ser. Hay que tener necesidad de una lúcida capacidad crítica, para discernir, para elegir, para quedarnos en la verdad y para que todo lo que es verdad entre en nuestra vida y lo que no tiene verdad, que salga de nuestra vida.

La Palabra de Dios se hace criterio de juicio y de gracia liberadora, de ahí la importancia de tener contacto con la Palabra de Dios para alimentarnos, para nutrirnos, para purificarnos, para robustecernos y para recuperar el criterio perdido: porque sólo a Dios adoramos y servimos. La primacía de Dios no pretende mortificar al hombre, sino que mira a salvaguardar la libertad y la dignidad.

Cuaresma toca todo el hombre. Por eso el hombre no es neutral. No es «NI». En la vida hay que acostumbrarse a decir SI y a decir NO, pero no es NI. Es necesario tener criterios, tomar posición y tomar decisión. Ser hijos de Dios, ser cristianos, ser personas.

El Señor permite ser tentado para luego responder: «adorarás al Señor tu Dios y sólo a El rendirás culto». Pero todo pecado es una esclavitud. Muchas veces uno puede caer la tentación aquella que dice que «todo hombre tiene un precio», y a veces uno puede ser comprado en su dignidad, en su pensamiento, en sus acciones, en su cultura. Hay que tener cuidado con esto ya que la persona es, misteriosamente, mucho más: no tiene precio.

Otras veces, por el poder, uno entra en un montón de cosas para que, de alguna manera, se vaya enajenando, alienando, esclavizando, porque como quiere el poder es capaz de codear, de aplastar, de cortar cabezas, para poder seguir siempre adelante sin tener en cuenta a los demás.

Con criterios, oración, Palabra de Dios y decisión, tengamos una buena Cuaresma y que ésta sea decisiva no solamente en lo externo sino que sea decisiva en lo vital, en lo que toca al hombre, a su misterio, en lo que toca a nuestro peregrinar y a nuestra Pascua.

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