Presencia indígena en nuestra región

Escribe Antonio J. González.

El misionero jesuita inglés Thomas Falkner en su obra publicada en 1774, subdividió a los pampas en tres grandes parcialidades: taluhet, didiuhet y chechehet. El término querandí se refería más concretamente a los didiuhet más occidentales e influidos por los guaraníes. Los querandíes, por tanto, estaban incluidos en el conjunto de los pámpidos. A la llegada de los europeos, habitaban en la región pampeana, en un área amplia que abarcaba también la zona costera del Río de la Plata. Los pampas que vivían allí habían recibido un importante influjo cultural guaraní.

 

Los querandíes fueron un pueblo nómade y practicaban un modo de producción cazador-recolector que evitó que fueran sedentarios. Estaban adaptados ecológicamente a la pampa templada por lo que uno de sus límites eran los pastizales pampeanos ubicados al sur. Su dieta era eminentemente carnívora y la recolección de frutos estacionales. El modo de vida nómade que le imponía la caza como principal actividad obligó a que deambularan por la pampa siguiendo a sus presas. Conocían el trueque, con otros indios de la región, siendo la principal mercancía de intercambio el cuero.

 

Ellos habitaron algunas zonas de nuestra actual ciudad, tal como lo relata Schmidl, un alemán que estuvo en la fundación de Buenos Aires en 1536: “…eran 3.000 hombres  con sus mujeres e hijos… no tienen un paradero propio en el país: vagan por la tierra”.

 

Después, en 1920, Carlos Rusconi corona sus investigaciones en la zona con el encuentro de señales materiales de la existencia de esas poblaciones al borde del actual Riachuelo a la altura del Puente de la Noria. Eran señales de un fogón indígena con cerámicas y restos óseos de vacunos y muy cerca otro lugar con restos de la vida querandí: trozos de cerámicos, fumadores, etc.

 

Algunas indicaciones realizadas en la época de la permanencia de Garay en estas costas, señalan la existencia de poblaciones “naturales” en la zona que marca ahora el límite de Avellaneda y Quilmes. Le tocó también a Florentino Ameghino explorar estas tierras, sin hallar signos de aquella vida indígena en la zona del antiguo Puente Chico, a la altura del Parque Los derechos del trabajador” en Villa Domínico, tal como lo señala una nota en este diario del historiador Rudi Varela.

 

“…vemos que dentro de los límites correspondientes al antiguo Virreynato del Rio de la Plata, se pusieron en práctica diversas formas de sometimiento, de acuerdo a las circunstancias y con resultados distintos, -dice Antonio A.Torassa en La Opinión, 1935-  “En esta larga brega de siglos, se echó mano de todos los recursos posibles, desde la piadosa y paciente evangelización hasta la guerra sangrienta y sin cuartel; sistemas ambos que no respondieron satisfactoriamente a los fines propuestos…

 

Los choques entre ambas corrientes se produjeron desde el primer momento y continuaron con encono hasta el final de la contienda, hasta que desapareció totalmente una de las partes en pugna…”

 

Lamentablemente no hubo luego interés y decisión provincial y municipal para una mayor investigación arqueológica que diera nueva información sobre la existencia de una sociedad primitiva humana en la región. Tampoco no se tomaron las precauciones científicas-técnicas en caso de excavaciones, construcciones de puentes y edificios, etc. en la zona. Tal vez varias capas de civilización y naturaleza ocultan nuevos datos necesarios para una mayor información.

 

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