Olor a miedo

Escrobe Claudio Penso, especialistas en impulsar procesos de cambio y crecimiento.

El corazón acelera, las pupilas se dilatan, se nubla la vista, se seca la boca, el vello se eriza, sentimos escalofríos, sudamos, nos falta el aire. Ante cualquier roce o sonido desconocido, saltamos como un resorte, estamos en tensión.

 
Así funcionan los síntomas del miedo. Son respuestas físicas automáticas de nuestro organismo que se prepara ancestralmente para luchar o huir.

 

Los animales pueden olerlo, los hombres también. En casos de ansiedad, peligro o emoción intensos se incrementa la producción de catecolamina, ese aumento de secreción se traslada a la piel y la sudoración. Un efecto curioso que provoca es la dilatación del tiempo. Nuestro cerebro, estimulado por la adrenalina y el mayor riego sanguíneo, es capaz de procesar la información y ejecutar pensamientos complejos en un instante, lo que produce la sensación de que todo transcurre más lentamente. También se erizan los pelos, por la respuesta genética heredada de nuestros antepasados, que intentaban aparentar un tamaño mayor para intimidar a posibles depredadores. Al asustarnos enviamos un mensaje de alarma oloroso a nuestros congéneres.

 

Cuando el miedo es percibido por otra persona, reconoce el estado de angustia y reacciona desarrollando el sentimiento de compasión y ayuda. Su contracara, la felicidad también produce señales químicas que pueden percibirse.

 
Olor a miedo, ese es el aroma que exudamos a diario en nuestras urbes tóxicas. Nuestra organización social ha generado manadas de hombres que viven como depredadores, alimentando su ego y acumulando objetos. El miedo a la intimidad, ese es el aroma auténtico del hombre que está solo y siente miedo de los otros, pero también de sí mismo.
claudio@claudiopenso.com

noticias relacionadas