A finales del siglo 19, la zona actual de Sarandí aún estaba poblada por grandes dueños de tierras. En la lista de propietarios estaban Antonio Uriarte, Felipe Piñeyro, Isidoro Candelaria, Tomás Bedoya, Miguel Larrosa, rodeados de medio centenar de vecinos, la mayoría blancos, con una decena de pardos y morenos, y otra de extranjeros. La mayoría del terreno eran los resabios del campo bonaerense, chacareros, tamberos, alfalfes y hasta un horno de ladrillos. A los que fueron sumando otros en la posta del Sarandí, en terrenos linderos al ferrocarril, vecinos de la costa ribereña y la laguna del arroyo.

A raíz de la epidemia amarilla ocurrida en Buenos Aires entre los meses de enero, febrero y marzo de 1871, y que causara enorme cantidad de víctimas fatales  en la parte sur de la ciudad porteña, la autoridad municipal de Barracas al Sud, a pedido de la Comisión de Higiene, presidida por Manuel Estévez y Caneda, dispuso la clausura del cementerio municipal ubicado entonces en el sitio donde hoy se encuentra el Hospital Fiorito y habilitar uno nuevo, fuera de los muros del pueblo, pero en sitio cercano.

El predio para ese fin, un cuadrilátero de ochenta metros de lado, fue cedido por el doctor José Manuel Nuñez, dentro de un terreno de su .propiedad ubicado frente a la antigua quinta de Videla y cercano al Arroyo Sarandí.

Este cementerio en el que se sepultaron muy pocos fallecidos de fiebre amarilla, pues en Barracas al Sud fueron contados los casos, sirvió como enterratorio municipal hasta la habilitación del cementerio nuevo, el actual, en 1874.

El cementerio de la fiebre, cuyos restos fueron levantados y trasladados al cementerio nuevo, estuvo situado entre dos manzanas comprendidas por las actuales calles Almirante Cordero y General Mansilla, por un lado, y Basavilbaso y Salta por el otro, ocupando el camposanto parte de las calles Villegas y Salta, a dos cuadras del actual Policlinico y en la que es hoy Villa Independencia.

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