Multipresencia de escultores

Escribe Antonio J. González.

Desde la década de los ’40 comienza a conocerse la actividad de algunos escultores en nuestra ciudad. Una escultura de Antonia Artel  se instala, en 1940, en la plaza Marcelino Ugarte de Piñeyro. Era la primera de su tipo en un espacio público. Se denomina “Reposo” y  representa una mujer desnuda reclinada horizontalmente y con un tamaño de aproximadamente dos metros de base. Ya no está allí, sin tener información sobre su destino.

 

Gioconda de Zábatta cuenta la escena de su inauguración: “El Dr. Nicolás Avellaneda, acercándose con porte sereno y altivo, descubre a los ojos del pueblo, la belleza cautivante de “Reposo”, estatua de bronce de la artista de Avellaneda, Antonia Artel, que fuera adquirida por la Municipalidad, para ornato de la nueva plaza”. La obra había recibido el primer premio en el Salón Municipal de ese año.

 

Un año después Artel y otros escultores, participaron en la fundación de la Asociación Gente de Arte. Uno de ellos fue Alfredo Sturla, nacido en Avellaneda en 1905. Había cursado estudios en la Mutualidad de Estudiantes de Bellas Artes y ejercía la docencia desde veinte años antes. Recibió premios y distinciones en salones nacionales y locales. Una de sus obras, una mujer de pie desnuda, se conservaba en la vieja Casa de la Cultura local.

 

El otro fue Baldomero García. Desde su modesta casa de madera y chapa, García –aún con sus ropas de fajina y sus manos fuertes de empuñar las palancas del guinche- encontraba espacio y tiempo para tallar grandes figuras. Surgieron obras que fueron expuestas en salones de arte de Buenos Aires, ciudades de la provincia y exposiciones realizadas en las sedes locales de los clubes Independiente, Racing, Pueblo Unido y Avellaneda Automóvil Club, además de integrar comisiones directivas de Asociación Gente de Arte.

 

Esta referencia cierra con la evocación de Julio C. Vergottini que se instaló en 1974 en el torreón del Puente Barracas. Allí lo conocimos sus amigos y admiradores. Don Julio continuó con su vida y obra hasta que falleció a fines del siglo Veinte. Quedaron sus obras en los más insólitos lugares del mundo. Desde el monumento al gaucho en  la avenida Güemes de nuestra ciudad, hasta la figura del personaje de la pampa en Erevan, Armenia. Y podríamos seguir con la presencia de Vergottini: en Tilcara; en la plaza Colombia de Buenos Aires, en la Plaza Arturo Illia y en el Parque los Derechos el Trabajador en Domínico.

 

Ha sido y es la multipresencia de los escultores en el paisaje local. Actitud pública que persiste para deleite de los habitantes que colman plazas y paseos.

 

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