Mucho ha caminado la humanidad desde los tiempos de Hipócrates hasta nuestros días. Él no contaba con ninguno de los adelantos tecnológico actuales, pero obtenía resultados, claro que no con los con los porcentuales de éxito actuales, pero si, con toda seguridad, con los mayores estándares de su época.

¿Cuáles eran las herramientas que utilizaba Hipócrates? Pues sus recursos eran la palabra, la confianza que se ganaba de sus pacientes, el consolar y acompaña, alentar y el alimentar esperanza. Esto lo conseguía a veces utilizando hierbas, piedras, elementos que obtenía de su entorno natural y conversando con sus pacientes siempre valiéndose de una gran imaginación y poder de convencimiento. Los brujos de las, tribus, hacían lo mismo, lo que cambiaba, era la imaginación del operador para la elección y utilización de los recursos y estilos de sus acciones, pero destinado a la misma finalidad, aliviar al que padece.

En los últimos cincuenta años la tecnología ha explotado de una manera insospechada en cuanto a volumen y cantidad de conocimiento, pero al mismo tiempo, vemos con asombro, como en la medicina se ha producido un alejamiento en lo referente a la interpretación humanística de la profesión. Se está experimentando que el paradigma humanístico de la profesión es reemplazado por el paradigma tecnológico cuando se tendrían que haber asociado y complementado.

Hoy el estudio reemplaza al diálogo, y de su lectura einterpretación emergerá la terapéuticasin mayores cuestiones. Nada sabemos de nuestros pacientes,de su actividad laboral y familiar. Podemos preguntar, tal vez, a que se dedica, pero ignoramos si disfruta de su trabajo o si este es un fastidio. Sabemos, tal vez, si tiene hijos y cuantos, pero ignoramos cuál es su relación con ellos y resto de su familia, cual es la realidad que circunda en su entorno olvidando que lo que pasa en ese entorno puede dar lugar a enfermedades e influyen de manera absoluta sobre las existentes.

Dramáticamente nos concentramos en la enfermedad, desatendiendo formalmente a quien debemos prestar atención que es el paciente y esto no lleva al destino buscado.

Al desatender al entorno de los pacientes estamos desatendiendo a infinidad de factores de vital importancia que influyen y determinan a la enfermedad, además, en un entorno tóxico, las personas manifiestan no sentirse bien, dado que esos entornos provocan estados emocionales disfuncionales. Estos estados corresponden a una química tan específica comoperniciosa, con hormonas que son típicas de esos estados y que al perdurar en el torrente sanguíneo mucho tiempo el resultado es solo uno, la enfermedad.

Los médicos tenemos que volver a la esencia de la profesión, tenemos que reencontrarnos con ella. Tenemos que reeducar nuestra capacidad de escuchar y educarnos también a prestar atención a otras cosas inherentes al paciente tan importantes como el examen clínico para que nuestro arte y oficio tenga posibilidad real de llevarse a cabo con éxito..