Un barrio de Piñeyro, según Gulías

Escribe Antonio J. González.

“El barrio ha ido cambiando. Casi insensiblemente; casi sin que nos diéramos cuenta. Ahora hay más gente, más negocios con vistosas vidrieras, más movimiento en sus calles. El pobre, anémico alumbrado eléctrico existente se cambió después de mucho papeleo burocrático, por lámparas a gas de mercurio. La vieja capilla de madera fue reemplazada por una iglesia de líneas ultramodernas. Su cruz de palo por una cruz metálica alumbrada eléctricamente. Se supone que el mismo espíritu la habita” así comienza José F. Gulías su nostalgia por el barrio donde él vivía. Narrador y creativo literario no podía dejar de armonizar su mirada con su entorno social y urbano en su libro “Crónica del barrio” que publicamos en “Suburbio” en 1981.

 

 

“Las viejas casas de madera y chapas de zinc -continúa-  levantadas por los primeros pobladores del barrio, van siendo reemplazadas paulatinamente por edificios de hasta dos y tres pisos de altura…La vieja cristalería que daba trabajo a centenares de obreros, cerró sus puertas. Ya no humea su gigantesca chimenea de hormigón armado. En el sombrío edificio de ladrillos desnudos la mayoría de los vidrios de sus ventanales aparecen rotos por las pedradas de los chicos que ensayan su puntería… Las calles de tierra por las que circulaban los carros al trote lento de los caballos de tiro, se fueron pavimentando de a poco…Las límpidas aguas del Riachuelo en las que nos bañábamos y pescábamos cuando niños, se han transformado en una masa viscosa, negra, maloliente. En sus márgenes se ha afincado un gigantesco establecimiento metalúrgico. Por la chimenea del establecimiento escapa un humo, sulfuroso, acre, de tonos violentamente anaranjados, casi rojizos, que colorea el cielo de los atardeceres…”

 

Es un narrador que pinta, como un abstracto pintor, la atmósfera, el aire, la luz, la gente y sus circunstancias.

 

“En los estantes del almacén, una especie de anacrónica tienda de campaña, era posible encontrar los más insólitos objetos que uno buscara: desde yerba mate hasta novelas de Salgari o Jack London. De más está decir que el almacén cerró sus puertas.

 

…Doña Joaquina, cargada de años (tantos que ya ni los recuerda), vestida siempre de riguroso luto, usando como bastón un palo de escoba, continúa trabajando en su pequeña quinta con la terquedad propia de su origen vascuence.” Y así continúa Gulías recreando personas, paisajes y circunstancias que pertenecieron y algunos aún permanecen en ese sector de Piñeyro.

 

Qué poderosa mirada cargada de sentimiento se encuentra en los narradores y que testimonio para los que hoy o mañana quieran adentrarse en las realidades, claroscuros, de un sector de una gran ciudad. Como nuestros lectores que en estas líneas recuperan ese testimonio y lo actualizan.

 

ajgpaloma@gmail.com

 

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