Las ideas de sumarnos a la Capital Federal

Escribe Antonio J. González

Está claro que la historia de la formación de nuestras ciudades tiene bases que son comunes a muchas de nuestras jurisdicciones. Pero en el caso de Avellaneda, nacida en la margen sur del Riachuelo, mantiene lazos estrechos con el desarrollo urbano, poblacional, económico y político de la ciudad de los Buenos Aires. No es un dato menor, porque la ciudad-puerto es la capital política del país, se ha constituido en el vértice estratégico y ombligo de un extenso país, diversificado, con regiones con historias y desarrollos independientes, pero atados todavía al centralismo que marca la Constitución Nacional. Pero nuestro caso, el de la ciudad-fábrica, la ciudad proletaria, es diferente, porque ha sido siempre una prolongación urbana, con quites y agregados, de aquella concentración cosmopolita al norte del curso de agua. Nos sacudieron idénticos golpes del devenir histórico y poblacional del país, porque nuestra vecindad, nuestro crecimiento se mantuvo unido, por vías muy fuertes, a las políticas y las transformaciones de la ciudad-puerto.

Esta realidad, más allá de la originalidad y el perfil que se ha ido definiendo a través de las décadas, ha calentado al mente de algunos estadistas, sociólogos y urbanistas para tratar de unir nuestro destino a la Capital Federal. El lector puede sorprenderse, a esta altura de nuestra exposición, de esta propuesta descabellada, casi imposible de pensar hoy. Pero es cierto que existieron intentos de convertirnos en nuevos “porteños” en virtud de una concepción integralista del gran conglomerado, ahora ultrapoblado, que rodea a la Capital. Fue un sueño de verano o una fiebre loca en las cabezas y, tal vez las buenas intenciones, de notables personajes de nuestra realidad.

Tal el caso del presidente de la República que en el año 1912, decía: “…la incorporación de aquella ciudad (refiriéndose a Avellaneda) a la Capital Federal, se vuelve impostergable…” No creamos que ha sido el fruto de un espontáneo diálogo informal del mandatario, Dr. Roque Saenz Peña, porque lo dijo en un mensaje oficial, expresando un deseo que alimentaban algunos sectores económicos y políticos de la época. No era, y no es, un dato menor.

Pero por nuestro lado, en el corazón de Sarandí, en el escritorio de su estudio de abogado, el Dr. Ismael Moreno había publicado en el periódico Nueva Vida una nota titulada “La gran ciudad de Buenos Aires y su plan regulador” donde manifestaba, desde otro ángulo político, ideas afines a la de Saenz Peña . “Ahora, que estamos frente a una transformación de valores humanos, -decía el urbanista, sociólogo y escritor- con un empuje patriótico hacia una gran Argentina, sería el momento propicio para crear en forma definitiva la gran ciudad de Buenos Aires y solucionar en conjunto sus problemas. Podría incorporar la población que ha salido del viejo Buenos Aires para establecerse en su periferia, transformando, en una prolongación de aquella, los antiguos pueblos próximos de la provincia de Buenos Aires, formando la gran ciudad”. No era una opinión anárquica e improvisada, sino la idea de un apasionado intelectual y vecinalista, uno de los fundadores de los Congresos de Sociedades que desde 1932 venían dictando las demandas y soluciones para nuestra ciudad, reunidas luego en un proyecto de Plan Regulador original y con visión de futuro. Esa idea expresada por el Dr. Moreno fue publicada en momentos en que se encontraba deliberando el Tercer Congreso de Sociedades, con la participación de sociedades de fomento, instituciones vecinales y organizaciones culturales de Avellaneda.

Por suerte no crecieron demasiado esas intenciones y el proceso urbano e histórico de nuestro terruño siguió el curso conocido. No podemos evaluar, ahora en medio de otro contexto y cargado de una historia posterior a aquellos sucesos, la justicia y las bondades que contenían aquellas ideas. Ahora a la luz de los acontecimientos y el desarrollo de la nueva concepción urbanística y política para los pueblos, podemos pensar que estamos en el camino correcto. La suma de las individualidades urbanas hace la esencia del país, y no la mera concentración. Veamos sino el enorme gigante de la ciudad-ombligo de un país de formación más federal, sumando sus culturas y desarrollos originales.

Un país es eso. La sumatoria y no la concentración. La integración de la diversidad. Nada menos.

ajgpaloma@hotmail.com

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