La soledad

Escribe Roberto Díaz

En los últimos tiempos, se asiste a un fenómeno masivo. La gran cantidad de gente pululando por las grandes ciudades, visitando sitios destinados al entretenimiento.

Contingentes de hombres y mujeres, que salen de sus hogares y se mezclan con otros que han hecho lo mismo. Multitudes llenando las calles, las plazas, los lugares públicos.

Alguien nos dio una explicación que puede ser cierta. Hay mucha gente que no desea quedarse consigo, entre las cuatro paredes de su casa; hay demasiada soledad en muchas personas y la única manera de contrarrestarla es salir a mezclarse con otra gente y otras soledades.

Puede parecer una explicación algo literaria o, tal vez, con dosis de psicologismo. Pero algo debe haber cuando las calles se llenan de personas.

Las sociedades modernas, ¡qué duda cabe!, han fomentado la soledad. Siempre se ha dicho que hay ciudades en el mundo desarrollado, donde las personas beben y beben para vencer, precisamente, la angustia que le produce la insatisfacción y la soledad. Y es verdad, también, que se puede estar muy solo en medio de la multitud.

La infelicidad no es patrimonio de ningún pueblo en particular. Pero es bastante consistente pensar que al hombre moderno le han quitado mucha interioridad; y es innegable que cuanto más expuesto al exterior se esté, menos feliz nos sentiremos.

El entretenimiento es importante en la existencia humana, pero cuando ese entretenimiento pasa a ser el leit motiv de una vida, algo anda muy mal.

Aturdirse en medio del ruido y sentirse “acompañado” por ese ruido, parece no ser una fórmula muy eficaz que digamos. Los llamados “paraísos artificiales” (ya sea el alcohol o la droga) tampoco son soluciones ni a corto ni a mediano plazo.

De allí a sociedades violentas hay un paso. Por eso, es que hacemos esta observación. Hay demasiada gente en las calles y eso que las autoridades ven como un signo de vitalidad económica, nos parece que exige otra mirada, tal vez más profunda o más cercana a la visión de los expertos en conducta humana.

También es importante el silencio, la reflexión y la serenidad de las cuatro paredes de una casa. También es importante quedarse solo con uno mismo y disfrutarse. También puede haber goce cuando se escucha música en soledad, cuando se lee, cuando nos quedamos descansando en un sillón.

Hay un sin fin de cosas para los cuales no es necesaria la multitud ni el ruido ni el estruendo. Hay voces que surgen del interior de cada uno de nosotros y hay reuniones que podemos encarar de a uno. Como cuando rezamos.

robertodiaz@uol.com.ar

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