La Educación

Escribe Roberto Díaz.

¡Qué importante es la Educación de un pueblo! ¡Qué necesaria! Y debemos convenir que Educación no es, solamente, saber leer y escribir, hacer las cuatro operaciones aritméticas y conocer las campañas bélicas de San Martín.

Hay algo que es fundamental en la educación de cada individuo y es el perfeccionamiento espiritual, conseguir ser mejor persona a través de una serie de mandatos del alma que obligan a transformarse, a vencer ciertos aspectos negativos que todos tenemos.

Cuando un hombre logra vencer su mezquindad congénita, su individualismo enfermizo, su apatía y su indiferencia, ha recorrido un importante camino para ser una persona provechosa y con un sentido de trascendencia. Si a esto, le agregamos un buen nivel de conocimientos, una buena elocuencia, un trato cordial y respetuoso, habremos conseguido gran parte del cometido.

Mañana, conmemoramos otro aniversario del fallecimiento de Domingo Faustino Sarmiento, un hombre, un educador, un presidente de la República, cuya figura ha sido emblemática para muchos argentinos. Sin embargo, otros muchos critican cierta intemperancia, cierto absolutismo, cierto fundamentalismo en algunas cuestiones que hacían al país de su época.

Creemos que todas estas cuestiones pasan a ser menores cuando analizamos la obra monumental de este argentino. Sarmiento escribió 59 tomos en toda su vida intelectual y política. ¿Han leído, aunque sea parte de esta obra, aquellos compatriotas que lo critican?

Da la impresión que es muy propio de nosotros subirnos tanto a las adhesiones indiscutidas como a las críticas sin análisis. Decimos muy propio porque este es un país donde todo se superficializa, donde hay un montón de personajes que tocan “de oído” y donde la mediocridad suele meterse hasta con gente que trabajó y mucho para mejorarnos.

Sarmiento fue uno de esos. Su tarea incansable para darnos ilustración en una tierra que era salvaje, ignorante y bárbara, fue ciclópea. En esa lucha encarnizada, cometió errores. ¿Y quién no los comete? Pero, en el balance general, dejó una obra concreta que, aún hoy, impresiona.

Así es cómo debemos recordar a este hombre que, desde su infancia pobre, desde su condición de autodidacta, llegó a ser el mejor escritor del país, el más grande educador, sujeto de una admiración profunda incluso por intelectos de otras latitudes, como don Miguel de Unamuno.

Sarmiento es uno de esos argentinos que, con las imperfecciones del caso, demostró tener una valentía a toda prueba y una resistencia moral a ciertas acechanzas que, aún hoy, se ciernen, siempre, sobre un territorio signado por la demagogia y la intolerancia.

No sólo este hombre nos enseñó a leer y a escribir; también dejó muy en claro conceptos que deberíamos tener presentes a cada instante. No hay desarrollo, no hay crecimiento personal ni colectivo, sin que nos eduquemos, sin que tomemos conciencia que, para dominar la realidad, hay que conocerla y comprenderla. Para Sarmiento, no contaba el azar, contaba el trabajo, esa actividad tenaz y persistente por mejorar.

Este trabajador incansable hizo muchas cosas mal, pero las hizo. Y en esa actividad forjó su quehacer, su meta de vida.

noticias relacionadas