Hay bombas en nuestras entrañas

Escribe Claudio Penso, especialista en impulsar procesos de cambio y crecimiento.

Algunas guerras han terminado, sin embargo yacen enterradas sin detonar miles de bombas, bajo tierra y en el mar. Expertos afirman que solo en Alemania existen cien mil artefactos que aún no han explotado. Los barcos cargados con explosivos que fueron hundidos son bombas de relojería. Contienen materiales tóxicos como gas mostaza y gas sarín. El explosivo puede conservar su fuerza destructiva, esto lo hace cada vez más difícil y peligroso de desactivar.

 
Hace medio siglo los estadounidenses produjeron el mayor bombardeo de la historia a Laos. Durante el conflicto, ese pequeño país recibió desde el aire dos millones de toneladas de bombas. Eso es mucho más que lo que lanzaron Alemania y Japón en la segunda guerra. El fatal legado de la guerra de Vietnam, además de las muertes, es que el treinta por ciento de esas bombas aún no han explotado.

 
En la vida existen hechos que han producido daño al detonar. Todas las bombas dejan una huella. No obstante, hay circunstancias que aún no se tramitaron, están alojadas en la memoria sutil del alma.

 
Nadie puede eludir las esquirlas de una explosión, pero uno de los desafíos es encontrar esas bombas enterradas, desactivarlas para que no hagan daño posterior.

 
Las bombas que nos fueron arrojadas y están todavía en las entrañas, producen dolor y enferman.
La guerra ha terminado.

 

Claudio Penso
Especialista en impulsar procesos de cambio y crecimiento
claudio@claudiopenso.com

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