Ferro: dibujante de varias generaciones

Escribe Antonio J. González.

Es considerado un dibujante y humorista gráfico de los más importantes en su género en el país. El análisis del conjunto de su obra —desde el chiste gráfico de una sola viñeta hasta la historieta humorística más sofisticada —Eduardo Ferro muestra los contraluces del ser humano en la sociedad. Como suele pasar con los dibujantes gráficos de humor hay críticas, apuntes psicológicos y hallazgos que hacen sonreír.

En agosto de 1917 había nacido en una vivienda de Avellaneda, rodeado de sus padres y en un conjunto poblacional que sufría los avatares del trabajo y la calidad de vida que la sociedad de esa época imponía.

A los 16 años, comienza a dibujar para la revista El Purrete, que era editada por el periódico Buenos Aires Herald. Más tarde nacen sus muñecos: Don Pitazo, Aserrín y Pan Rallado que publicaba en la revista La Cancha. Luego vendrían colaboraciones en las revistas Patoruzú y Patoruzito, dónde surgieron sus personajes Langostino, Bólido, Tara Service, Pandora y Pampa Barbara, entre otros. Participó también en la animación del primer dibujo animado para cine hecho en Argentina titulado “Upa en apuros”.

Cumplía 40 años de edad cuando publica en La Razón, haciendo conocer las desventuras del buzo Chapaleo. En los años 1980 comenzó su labor docente en la escuela de dibujo de Carlos Garaycochea. En 1988, se publicó una compilación de sus trabajos bajo el nombre “Lo que el viento devolvió”.

El 4 de marzo último se cumplió el primer año de su fallecimiento –a los 93 años-, pero la vigencia de esta clase de creadores tiene la virtud de haber sembrado buenas semillas en la sensibilidad y la formación humana de varias generaciones. Personajes como los nombrados anteriormente, agregando las aventuras y desplantes del buzo Chapaleo que aparecía en el diario la Razón, son materia sensible en nuestro recuerdo.

En el 2006 recibió el Premio Iberoamericano de Humor Gráfico Quevedo, otorgado por los Ministerios de Cultura, Asuntos Exteriores y Cooperación de España; y la Fundación general de la Universidad de Alcalá. Tres años después, participa con un original de la serie “Temas Porteños” -realizado en 1939 para la revista Patoruzú- en la muestra “Bicentenario: 200 años de Humor Gráfico” que el Museo del Dibujo y la Ilustración organizó homenajeando a los más importantes creadores del humor gráfico en nuestro país a través de toda su historia.

Era un lugar privilegiado que habrá encendido la emoción en este hombre, a los 92 años de edad, dibujante, observador de los perfiles sociales que luego originaron sus dibujos. Medalla que seguramente abrió en sus sentimientos una sonrisa amplia y franca, la misma que muchas veces provocaba a través de sus personajes, fiel a la nervadura humana que atraviesa la sensibilidad de un conjunto de dibujantes y humoristas argentinos con los que crecimos los jóvenes y maduros de esa época. Y con un gesto alegre cargado de humanismo.

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