Calculando… mejor, unos… 570 metros antes

Escribe el Dr. Rubén Sosa.

Sería fantástico que se instalara en mi barrio el paraíso terrenal, y que la ciencia fuese neutral …

Joan Manuel Serrat en «Sería Fantastic»

Desde aquella vez que estudié por primera vez en 2do. año de Medicina, en la materia física biológica, los efectos de las radiaciones sobre el cuerpo humano y sus consecuencias sobre los genes, mutaciones y otras barbaries… incluso, a través del tiempo, me resultaron increíbles. Si hoy en día, un alienígena me preguntara si pertenezco al género humano, diría que sí, con un poco de vergüenza…

A la pregunta:
¿Ustedes calcularon estos metros? No sabría que responder sin bajar los ojos.
Cientos y cientos de guerras tienen miles de detalles macabros. Pero este….
La guerras en sí son siniestras. Pero hay un detalle, de ese 6 de agosto de 1945, que me parece digno de mención; aunque la palabra «digno», al detalle, no le cabe… pese a que produjo «grandes efectos».

El entonces coronel Paul Tibbets tenía órdenes que cumplir y sostiene que lo volvería a hacer…

Que volvería a pintar con letras negras sobre la trompa del fuselaje plateado del avión B-29 el nombre de su mamá: «Enola Gay» y añadirá, «son dos palabras fáciles de recordar y cuando mi avión sea exhibido en un museo nadie lo va a confundir con otro». Allí su deseo no se cumplió, el B 29 jamás fue admitido en el Museo Nacional del Espacio de Washington, donde conviven, entre otros, el Spirit of Saint Louis, de Lindbergh y el módulo lunar Eagle, de Neil Armstrong.

Sostendrá, incluso, en una nota hecha por Hector D’ Amico, para la Nación, en el año 2005, que fue una decisión acertada lo de bomba atómica sobre la ciudad de Hiroshima…

Volvería a ser el último humano en tocarla y armarla a 15 mil pies de altura. Paul había calculado que el avión a esa altura se movía menos…

Y volvería a escribir las instrucciones en papel de arroz… para poder tragarlas si caía en manos enemigas.

Y volvería a esperar 3 minutos después de ver los techos del Hospital de Shima, justo en el centro de la ciudad, para abrir el vientre del avión con el nombre de su madre y desprender al «pequeño muchacho» (Little Boy). Aunque él la recuerda como gimmick , nombre en código del artefacto que, paradójicamente, significa «Engaño», en inglés.

Y volvería a esperar 54 segundos para hacerla detonar a 570 metros, antes de que pudiera tocar el suelo.

Y volvería a ver esa luz y a sentír ese gusto a amalgama en la boca… Años después un físico le explicaría que la energía atómica liberada, había actuado sobre la mezcla de plomo y plata con que el dentista le había arreglado una de sus muelas…
Y volvería a ver morir en 1 segundo a 100.000 personas…

Y en los subsiguientes segundos 100.000 más…

Y volvería a ofrecerse como voluntario en Nagasaki…

Once años después, piloteando un B 29 restaurado, había recreado el bombardeo de Hiroshima durante un festival aéreo celebrado en Texas.

Mi padre me decía :
– «El tipo que tiró la bomba atómica, se volvió loco y alcohólico…» Qué pena que él no viva para decirle que esta certeza colectiva es más una expresión de deseo que la verdad… En esa entrevista le preguntan:

¿Estuvo alguna vez internado o recibió tratamiento psiquiátrico después de la guerra?. A lo que Paul Tibbets respondió:

–Es la pregunta que me persigue desde hace cuarenta años, pero le agradezco que la haya hecho. La respuesta es bien simple. Nunca estuve internado y nunca me vio un psiquiatra. Es el resultado de una campaña muy bien orquestada por los comunistas. Su objetivo no es poner en tela de juicio mis facultades mentales o mi moral, sino desacreditar a los Estados Unidos por haber utilizado la bomba.

Tibbets vive con su familia en la ciudad de Columbus, estado de Ohio, se jubiló en el 2004 como presidente de la Executive Aviation (una empresa que alquila jets privados) y trabaja en un segundo libro de memorias.

El único trastorno físico que confiesa, es que cada día oye menos…

Bueno ¿Y Sosa?

¿Cuál es el pequeño detalle de esta nota? ¿Y cuáles los grandes efectos?
Esos 570 metros antes de tocar el suelo … lector, poco más de 5 cuadras antes.

Es que al detonar a esa altura, el poder de la onda expansiva es mayor, mucho mayor, y aniquilaría aún más. Así la onda de choque y contra – choque causa ese hongo de 30 mil metros de altura.

«El cielo se derrumbó y luego volvió a levantarse», dijeron los pocos sobrevivientes. Y pienso que, ni el Dante siquiera, pudo definir mejor el infierno.

Igualmente me redime un detalle ante los alienígenas, para poner algo de dignidad a esta historia. Transcribo textualmente la pregunta:

–Entre los hechos que usted puede confirmar o desmentir está el llamado «plan alternativo», que los científicos le habrían presentado a Truman días antes de Hiroshima. ¿Es verdad que le propusieron lanzar la primera bomba en una isla desierta del Pacífico ante testigos del Alto Mando Japonés a modo de advertencia final para que se rindieran?

–Sí, eso fue lo que intentaron. Respondió Paul Tibbets.

Por lo visto, no los escucharon, o sí… pero… bueno, hubiera sido fantástico que los barrios de Hiroshima hubieran sido paraísos terrenales y no el infierno en la tierra y que la ciencia, hubiera sido tan solo por esta vez, ciertamente neutral, como reza la canción de un catalán, que figura al principio…

Nos estamos viendo, pero cordialmente del Latín cordio = corazón, solo se ve con él.

rubensosa@gmail.com
www.historiasenelaire.com.ar

noticias relacionadas