Don Hipólito, en el centro de Avellaneda

Escribe Antonio J. González.

Alli vivió este hombre que protagonizó un cambio político en el país y que lo elevó a la presidencia de la Nación en dos oportunidades en las primeras décadas del siglo veinte. Como señaló Félix Luna, “La austeridad prócer de su gobierno recordaba el estilo de las primeras presidencias, aquellas de presidentes pobres y magros sueldos. No pasaron de mil pesos diarios, los gastos de representación de la residencia durante sus períodos. Dos coches viejos encontró a su servicio cuando llegó al gobierno, y en ellos anduvo sin comprar otros ni mandarlos a renovar…

Ordenó durante sus dos períodos, en sendas órdenes, que se retiraran los retratos con su efigie que decoraban algunas oficinas públicas… El gobierno de Yrigoyen fue austero, abierto, paternal…”

Su casa modesta, con rejas, estaba en una las esquinas céntricas de la Avellaneda de entonces, en Beruti y la avenida Belgrano. Esa construcción ya no existe, dio paso a los modernos edificios de las épocas siguientes a su paso por nuestra ciudad. Según las informaciones de entonces, Yrigoyen tenía como padrino de óleos a don Juan Martín Núñez, un vecino destacado, y se afirma que fue bautizado en la iglesia parroquial de nuestra ciudad. Algunos comentaristas de su vida llegan a afirmar que había nacido en la ciudad, pero no existen comprobaciones de tal hecho.

Sí hay documentos que dicen que fue enrolado aquí para ingresar al Cuerpo de Guardias Nacionales.

Don Hipólito era amigo personal de Alberto Barceló y durante sus complicaciones institucionales recibió una invitación del caudillo conservador para residir en su palacio de la calle Lavalle, invitación que no aceptó y eligió instalarse en el Regimiento 7 de Infantería que lo consideraba leal a su gobierno.

Hombre de elevada estatura, de figura bien proporcionada y aún elegante. Anchas espaldas, de hombros muy ligeramente levantados, contribuyen a la impresión de solidez y virilidad que producía toda su figura. En su casa no había calefacción; mientras sus visitantes, abrigados con sobretodos, se hielan en los raros días crueles, él anda de saco, cuyo cuello se levantaba para defenderse un poco en los días de invierno.

Algunos opinan que “en lo espiritual Yrigoyen heredó cualidades netamente paternas, su tipo físico, en cambio, vínole por la línea de los Alem. En efecto, su madre –a quien se le parecía mucho- era de ascendencia criolla con alguna antigüedad en el país, lo que supone inevitables aportes de sangre indígena”.

Es un hombre respetado e injuriado, aceptado y rechazado, como suele pasar en los enfrentamientos políticos y sociales. “Viste siempre ropas oscuras, preferentemente negras” cuentan. “…las ropas oscuras constituyen una expresión de “no-conformismo” y tiene un sentido revolucionario”. “No habla mal de nadie…”. “Realiza campañas políticas, organiza revoluciones y combate contra un sistema de gobierno que cree nefasto, sin pronunciar una palabra injuriosa o despreciativa para las personas de sus enemigos”.

Tal era el habitante de la casona de Beruti y Belgrano… Presidente de la Nación en épocas convulsionadas, de cambio…

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