Cronigrafía de la ciudad: Monumentos de lo que fue o pudo ser…

Escribe: Antonio J. González.

Una ciudad se construye y reconstruye todos los días. Basta solamente con ausentarse por unos días o semanas y a nuestro regreso siempre aparece un cambio, algo que no estaba cuando nos fuimos y nos sorprende. En ese vértigo van quedando muñones, restos de lo que fue, verdaderos monumentos a la obra inconclusa o abandonada. Es parte de nuestro folklore nacional y acaso también de nuestros saltos inconexos y hasta contradictorios. Y de esto van quedando huellas que todavía forman parte de nuestro paisaje. Seguramente que los gestores de la cosa pública no han descubierto los monumentos a la improvisación, los planes sin patrón o diseño o la desidia institucionalizada.

Avellaneda no podía quedar al margen de este desapego a terminar lo comenzado, continuar con los planes anteriores o aprovechar los espacios vacíos que van quedando en el diagrama de la ciudad.

Un ejemplo son las casas, edificios o galpones fabriles abandonados por sus dueños, deshabitados, y muchos de ellos semidestruidos por el paso del tiempo y las tempestades económicas y sociales. La
zona aledaña a la esquina de las avenidas Mitre e H. Yrigoyen es una de las que posee claras demostraciones de ese abandono. Muchas de esas propiedades han sido ocupadas ilegalmente, sin
que ninguna autoridad observe la irregularidad como un hecho a revertir. Tampoco se acierta con
los planes edilicios y urbanísticos para cambiar aquella deplorable realidad. Y esto se repite en
muchos rincones de nuestra ciudad.

Han quedado como reliquias del pasado, por ejemplo, las vías del ferrocarril provincial que atraviesan alegremente la ciudad, el enjambre de la antigua playa de movimiento ferroviario en las inmediaciones del Puente Agüero y las vías del Ferrocarril ex Roca. También anotamos la vieja estructura de hierro del ex Puente Transbordador sobre el Riachuelo al que no se le ha encontrado un destino útil, pese a los variados proyectos planteados por ingenieros y urbanistas porteños o locales. En el Viaducto ferroviario de Sarandí está la presencia de un desvío que fuera previsto hacia el Dock Sud y que aún permanece quieto, imponente e inútil desde la década del ‘50.

Tal vez las respuestas a estos interrogantes se encuentren en la ausencia de planes que regulen, armonicen y planifiquen la ciudad, en base a políticas de Estado que sobrevivan a los cambios políticos y electorales. Buenas intenciones existieron. También planes de urbanización y aprovechamiento de la costa del Río de la Plata, pero el tiempo pasa.

Y si nos faltaba la frutilla del postre, vino el Ceamse -a caballo de las dictaduras pasadas- y nos
levantó una muralla de basura enterrada justo en la zona de la “reserva ecológica”. Y allí
permanece, maloliente y potencialmente contaminante.

¿Dejaremos algún día de ser una ciudad sucia y desorganizada? No lo quisiera pero los monumentos inútiles sobreviven a todos los cimbronazos. Ni siquiera es posible, todavía, como está previsto desde hace muchos años, trasladar el Mercado de Abasto de la zona céntrica ni mover los estadios de fútbol de la misma zona. Nos falta espíritu conciliador y armónico para un proyecto urbano y hacer valer los intereses colectivos sobre los particulares. Siempre ganan las posiciones sectoriales, los lobbies de todos los colores y el miedo al cambio para una mejor calidad de vida ciudadana.

Usted, lector, pensará que encontré algunas respuestas a las preguntas iniciales. Pero no. Cada uno de nosotros debe encontrarlas y ejercitar el derecho a desarrollar una ciudad moderna. Con calles todavía adoquinadas, sí, pero sin baches y pozos, con mantenimiento permanente. Con edificios, galpones y estructuras edilicias antiguas, pero bajo una normativa clara y precisa para preservarlos del desinterés de sus propios dueños. Después de todo, lo viejo aún vale como testimonio o valor histórico, y a veces encontrándole nuevas utilidades. Al modo como lo hacen muchos vecinos que ocupan hoy galpones de industrias o comercios y los convierten en centros culturales o asociaciones con fines comunitarios. Es el ejemplo que viene de abajo. Ojalá que arriba, quien quiera oír que oiga.

 

Antonio J. González

ajgpaloma@gmail.com

 

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