Contacto con la Naturaleza

Escribe Roberto Díaz.

Los tiempos actuales han creado megaciudades, aglomeraciones excesivas de gente viviendo en perímetros reducidos, muchas veces hacinadas de tal modo que se pierde privacidad y, lo que es peor, la invasión del cemento lleva a perder contacto con la Naturaleza, ésa que, otrora, estaba presente en el paisaje y en el entorno del hombre.

El distanciamiento producido entre los humanos y la flora; el distanciamiento producido entre los humanos y el reino animal, lleva, sin duda alguna, a la deshumanización, a las carencias culturales, a perder una mirada única que es totalizadora, abarcadora de todas nuestras esencias y toda nuestra existencia.

En la actualidad, en las sociedades desarrolladas, para observar una flor o un animal distinto, hay que recurrir a los lugares donde el hombre ha hecho acopio de ellos, verdaderos museos del recuerdo, de cómo era la vida años ha.

Muchas personas tratan de preservar, en algo, esta pérdida, colocando macetas con plantas en sus balcones o teniendo alguna mascota en su departamento. Pero, claro. No es lo mismo.

Está por reeditarse un libro del siglo XIX que escribió un escritor norteamericano, pensador y filósofo, cuyas ideas anarquistas lo llevaron a abandonar su pueblo y trasladarse a orillas de un lago; allí, este escritor construyó su humilde cabaña y decidió vivir de aquello que cultivaba. De sus observaciones, salió este libro que es un clásico desde el momento que vio la luz: nos referimos a “Walden, la vida en los bosques” de Henry David Thoreau.

En ese texto, Thoreau hace muchas reflexiones sobre la vida natural, sobre la fauna y la flora de ese lugar de los Estados Unidos, a orillas del lago Walden, un espejo de agua que integra una cadena de lagos en esa región de la Nueva Inglaterra.

Para ilustrar sus impresiones, el autor cuenta cómo las ardillas venían a comer de su mano, cómo lo despertaban, por la mañana, los patos que nadaban en el lago y cómo una pareja de aves habían anidado en su techo. El libro, extenso en páginas, está dividido por capítulos donde hasta nos cuenta cuál era el costo de esa vida de eremita que llevó a cabo durante un par de años.

Por supuesto, es imposible que el hombre actual haga lo que hizo Thoreau. En aquellos años, había bosques y extensiones de llanura como para despilfarrar. Pero es cierto, también, que muchas personas, hartas de la vida citadina, se han trasladado a lugares más alejados del “mundanal ruido”.

Es probable encontrar en pueblos del interior del país, gente que ha nacido en los centros urbanos y, por una necesidad de tipo espiritual, se han ido a vivir adonde el entorno le brinda más Naturaleza.

La vieja aspiración de muchos de hallar la paz y la serenidad que no encuentran en medio del maremagnum de las ciudades, se cumple cuando se consigue ese objetivo.

pepecorner@hotmail.com

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