Cine Teatro Roca: sigue de pie

Escribe Antonio J. González.

Su fachada, castigada por los vientos de los años y las tormentas de los ciudadanos, se puede ver aún en la actual avenida H. Yrigoyen 56, a pocos metros de donde funcionó el Teatro Rivadavia, el primero en esta región. Está firme y de pie, como los viejos guerreros que no se cansan de revivir su historia. Había nacido en agosto de 1919, lo que significa que tiene sobre sus ladrillos el peso de 93 años.
Hace mucho que no existe su recinto y escenario tal como se conocieron en sus buenos tiempos, donde algún memorioso aún podrá escuchar los sonidos mágicos de películas y algunas emociones de las obras de teatro que allí se vieron.

Quienes lo conocieron en sus mejores tiempos, hablan de que “sus instalaciones eran de sumo confort, tanto para el empleado como para los asistentes a las funciones”, expresan en el folleto “Pinceladas del Patrimonio de mi pueblo” con textos de Claudia Fernández Larrain. “Los espectáculos eran diversos –cuenta- pero en su mayoría había filmes que se estrenaban en simultáneo con la Capital. Me han contado alguna vez que era tanto el público que te visitaba que llegaste a tener veinte acomodadores”.

Qué extraña rememoración han provocado los viejos cines donde muchos de nosotros vivíamos aventuras, diversiones y sobresaltos. El destartalado cine Planet en Sarandí, con Don José en la puerta, nos vio reír, llorar y agitar en sus bancos de madera en los años de mi infancia. Como él, otras salas de cine cumplían en los barrios con el rito de abrir sus puertas la mañana del domingo a los niños, por sólo “diez guitas”.

El Cine Teatro Gral. Roca, en la clásica esquina de los dos caminos, el del sur y del oeste, albergaba cada función a asombrados espectadores con las aventuras y desconsuelos de los artistas de la época. Claro que a todos les llegó la hora del abandono con el avance de las cadenas de cines, con pochoclo incluido. Sin embargo, esos viejos fantasmas edilicios aún se ven en todos los rincones de Avellaneda como mudos testigos de una cultura popular que ha tomado por otros caminos.

Se ven sus fachadas y paredes con extraños usos y costumbres: playas de estacionamiento, iglesias con nuevos ritos y creencias, locales comerciales, salones de baile, sala de juegos de azar, entre otros ocupantes. O, en el peor de los casos, abandonados, cerrados con fuertes mamparas, luciendo solamente sus carteles de venta o alquiler.

Como le pasa seguramente a lo que queda del Cine Teatro Gral. Roca, la ciudad no ha sido agradecida, aunque en este caso le pusieron una medalla: “Inmueble de Interés Municipal por ser considerado patrimonio histórico”. Algo es algo.

Despiertan los recuerdos y las evocaciones de muchos de los ciudadanos de Avellaneda que tenemos varias décadas vividas. Como se señala en el mencionado folleto: “Habrá alguien que en su vejez recuerde la matinée de los domingos, donde los niños alborotados esperaban el sorteo del perrito bulldog, que tanto anhelaban”.
Pero nada es igual ahora. Nosotros tampoco. Sin embargo estas añoranzas alcanzan para expresar el anhelo para que se ponga hoy en juego la vocación de respeto y protección de esos lugares, allí, como en el caso del cine Gral. Roca, donde se conserva la tozudez de mantenerse en pie, a contrapelo de todos los huracanes.

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