Barracas al Sud, varias veces centenaria

Escribe Edgardo Cascante. Foto del Frigorífico La Blanca a orillas del Riachuelo – Muelle de Avellaneda en su esplendor.

En 1852 el ya antiguo pueblo de Barracas al Sud logró su autonomía administrativa, separándose de la jurisdicción de Quilmes.

El Juez de Paz D. Martín De la Serna (oriental, combatió contra Prudencio Rosas durante el Levantamiento de los Libres del Sur en la batalla de Chascomús) ha sido el pionero e impulsor de los cambios que transformarían a aquella aldea en una gran ciudad. Involucraba aquel nuevo distrito a los actuales partidos de Avellaneda, Lanús, Lomas y parte de Alte. Brown y Esteban Echeverría.

De aquel acto político-administrativo estamos conmemorando el aniversario 160, un número que puede inducir a un error de interpretación; la verdadera antigüedad de Avellaneda es mucho mayor… lejos en el tiempo.

El pueblo ya existía, desde tiempos más remotos, pues no ha sido fundado de manera protocolar en el medio de la naturaleza, un día preestablecido, a través de un bando o decreto, como ocurrió con Buenos Aires o La Plata.

En la historia de Avellaneda no existe el «día uno» de referencia; ni hubo tampoco un individuo que merezca el sitial histórico de «fundador».

La ciudad de Buenos Aires se consolidó después de 1580 a partir de su puerto, cuyo fondeadero más importante era el Riachuelo de los Navíos, que como cualquier curso de agua tenía dos orillas. La ribera del lado sur «también existía», y nada pudo evitar que también tuviese establecimientos humanos desde los tiempos de Garay.

Algunos ejemplos han sido las fábricas de aceite de pescado y las vaquerías de los descendientes de Melchor Maciel, o las propiedades de Don Juan Noario Fernández (1760, abuelo de Trinidad Piñeiro), o la vivienda de la familia de Juan Gutiérrez Gálvez ubicada en el lado sur del antiguo puente homónimo (1791) en donde se pagaba el peaje. No hay dudas de que en el siglo XVII al sur del Riachuelo ya había una población con vecinos identificados por la autoridad colonial.

Su territorio era de tránsito obligado para ir desde la Plaza Victoria hasta el pago de la Magdalena, por lo que inevitablemente la traza del «Camino Real» le acuñó el vestigio más antiguo construido por el hombre que aún le queda (tapado por el asfalto), y cobijó la primera posta al sur del Riachuelo. Está claro entonces que, una parte del trazado de la Avenida Mitre se remonta a tiempos en que estas comarcas formaban parte del Virreinato del Perú.

Hay documentos de viajeros que aseguran que en este lugar ya había una pequeña aldea en 1811, con una capilla en donde se registraban nacimientos. En 1848 alcanzó el status de Villa.

El lado sur del Riachuelo había sido tierra de vaquerías y faena de ganado. En 1815 existía el saladero de la finca Las Higueritas perteneciente (según algunos historiadores) a Juan M. de Rosas. Después de Caseros (en 1852) fue el Gral. Urquiza quien le echó el ojo a este sitio de mazorqueros, y lo imaginó con el nombre «Villa Constitución»; y casi dos meses después de aquella batalla trascendente de la historia argentina se le dio la autonomía al pueblo, pero con el nombre adecuado a su identidad «Partido de Barracas al Sud».

Sus topónimos más antiguos han sido Barracas (a secas), La Crucesita (vale el error ortográfico), La Boca al Sud (Isla Maciel), Paraje El Sarandí (o La Blanqueada), El Ombú de Preciado (actual Gerli), Paraje Los Negros (actual Villa Gral. Paz-Lanús), Villa Las Higueritas (M.Chingolo, Lanús), Quinta Grande de Piñeiro (pacto Rosas-Lavalle), Punta de Gaitán (Wilde), Monte del Chingolo (Mtro. Rivadavia). El gentilicio de los nativos locales era «barraqueños», sin especificar si eran del sur o del norte.

En muchos casos, la manía argentina de sustituir la toponimia originaria por nombres de personas, ha dañado las nobles maneras antiguas de identificar a los lugares; vale esto también para el nombre del Partido (sin desmedro de los méritos del gran estadista Dr. Avellaneda); o por ejemplo para el Camino Real (el municipio de San Isidro supo mantener aquel nombre).

Barracas al Sud fue una de las tres primeras localidades de la provincia en alcanzar la jerarquía urbana de «ciudad». La primera fue San Nicolás de los Arroyos (declarada ciudad por el Congreso de Tucumán), segunda fue La Plata (1882), y el tercer lugar cronológico fue compartido simultáneamente por Barracas al Sud, Bahía Blanca, Azul, y Pergamino (23 de octubre de 1885). Lomas fue ciudad desde 1910 y Quilmes en 1916. Analizado de otra forma, ha sido Avellaneda la primera ciudad del Gran Buenos Aires.

Entre 1903 y 1904 hubo un intento (muy silencioso) del gobierno nacional para incorporar a Barracas al Sud como parte de la Capital Federal, como ya se había hecho con el Partido de San José de Flores y el Pueblo de Belgrano. Pero en este caso, la Provincia no dejó avanzar dicha idea, porque ya no se trataba de ceder una porción más de territorio, sino que iba a perder casi la mitad del estratégico puerto de Buenos Aires de aquel entonces; más las puntas de rieles de cinco líneas de carga en el galpón portuario más grande de Sudamérica.

La importancia de esta ciudad estaba reflejada por las frecuentes visitas (y manuscritos que la refieren) de personalidades como Sarmiento, Avellaneda, Mitre, Roca, C. Pellegini, Irigoyen, Perón, Evita, Alfredo Palacios, etc.
Conservadores, radicales, socialistas, anarquistas, peronistas, han escrito un capítulo muy importante de sus historias en las calles de Avellaneda.

En las primeras décadas del siglo XX, Avellaneda y Rosario, ciudades ambas industriales, portuarias y de características socioculturales y demográficas similares se disputaban el podio de «segunda ciudad de la república». La vecindad con la Capital Federal (la más importante ciudad de América del Sur) y la cercanía con La Plata (la ciudad perfecta), no lograban hacerle sombra al brillo propio de Avellaneda, que conservaba su propia identidad (crisol de infinidad de culturas) y su poder económico que no se sustentaba de recursos fiscales nacionales o provinciales, sino en el producto del trabajo industrial y rural de sus propios habitantes.

Un pueblo puede ser muy antiguo, pero intrascendente.

Una ciudad puede ser rica, por usufructo burocrático de la renta de lo que otras producen.

Avellaneda es ciudad varias veces centenaria, y tiene peso propio en el orden económico y en el cultural. Ha forjado su potencial económico con trabajo productivo local; y ha ingresado en la historia argentina por acontecimientos históricos de gran implicancia en la vida nacional, desde las invasiones británicas y la federalización de Buenos Aires, y tantos más hasta nuestros días.

edgardocascante@yahoo.com

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