Actividad

Escribe Roberto Díaz.

No hay mejor comunidad que aquella en que, cada uno, ocupa un rol diferente. Donde la actividad individual resalta de tal modo que señala, en suma, la actividad colectiva.

Hay pueblos europeos donde esto que estamos señalando se nota visiblemente. Basta con detenerse en cualquier esquina de cualquier ciudad, para comprender que las personas que pasan tienen un rumbo determinado y una actividad precisa.

En cambio, cuando se observan grupos en las esquinas, detenidos en actitud ociosa, preocupémonos: estamos frente al fenómeno de la desocupación, de la inactividad.

Los sindicatos que agrupan a los trabajadores, deben sentirse satisfechos cuando comprueban una alta actividad en sus dirigidos. Por un sin fin de razones que pasan por lo económico, lo social y lo político. Y también, por qué no, por lo cultural. Un trabajador sin trabajo es un atentado a la cultura de un pueblo. Una agresión sin precedentes.

Siempre nos preocupará el hecho de tener que asistir a la gente. Cuando el Estado (integrado por el gobierno de turno) debe tomar medidas de carácter asistencial, quiere decir que las cosas no están funcionando como sería lo ideal. Por el contrario: hay algo que está determinando una carencia.

El asistencialismo es producto de sociedades endebles, con fallas estructurales, con crisis que se vuelven crónicas. Cuando se asiste, esta decisión debe ser absolutamente circunstancial, aleatoria. Cuando se convierte casi en una rutina, quiere decir que esa sociedad, esa comunidad es incapaz de autoabastecer a cada uno de sus integrantes.

En las sociedades modernas, el desarrollo tecnológico devastó gran parte del poder del trabajo. Pero a estas nuevas necesidades, hay que oponerle nuevas actividades. La balanza debe compensarse para que la comunidad no quede desbalanceada; para que todos tengan oportunidades de ser útiles y esa utilidad, sólo el trabajo es capaz de ofrecerla.

En estos tiempos, por crisis que se produjeron en los respectivos sistemas financieros, la economía sufrió un cimbronazo que se sintió, sobre todo en las sociedades europeas desarrolladas; también en los Estados Unidos debieron salir a capear esa crisis, con medidas de excepción. En esas medidas de excepción, figura, desde luego, el asistencialismo. La ayuda económica para que los sectores más débiles de la sociedad, no deban pagar fuertemente lo que ha ocurrido con su sistema. Y está bien. Es una medida de excepción. Pero, luego de un tiempo, las cosas deben encarrilarse de tal modo que ese asistencialismo desaparezca para que aparezcan los recursos individuales y colectivos propios.

El Estado, entonces, deberá retirarse discretamente para que actúen los actores sociales; la excesiva intervención del Estado en los asuntos económicos, nunca ha dado resultado.

La actividad se resiente cuando las cosas dependen de la burocracia y no de la potencialidad, talento y energía de la propia comunidad.

pepecorner@hotmail.com

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