Vivir sin cabeza

Escribe Claudio Penso, especialista en impulsar procesos de cambio y crecimiento.

Existe un animal que desarrolló una capacidad inédita: sigue viviendo, incluso cuando todas sus neuronas han desaparecido.

 
En 1740 el naturalista suizo Abraham Trembley observó en el microscopio algo que lo conmocionó por completo, luego de cortarle la cabeza a varias hydras, nacía una nueva, exactamente igual de los fragmentos.
¿Cómo es posible?

 
Al analizar el ADN los científicos han encontrado que con el cambio hay 25 genes que se sobre expresan en las células epiteliales, las que forman su cubierta exterior, de modo que éstas asumen nuevas funciones.  Estos genes están implicados en diversas funciones neuronales como la neuregénesis o la neurotransmisión.  Las células epiteliales no tienen funciones neuronales, sin embargo la pérdida de la neurogénesis las induce a modificar su programa genético. Los científicos comprobaron con asombro que las células naturalmente modificadas a nivel genético, parecen aumentar su sensibilidad y responden a señales del ambiente, para compensar parcialmente la pérdida de un sistema nervioso.

 
Algunas personas desarrollan una capacidad similar, cuando les amputan la expectativa, destrozándoles los sueños con los que han construido algo, se reinventan, vuelven a empezar. Son resilientes en su esencia, tienen la fuerza para que sus sueños vuelvan a crecer. Al igual que todos los sobrevivientes de un naufragio, ese plus invisible, los ha transformado en gigantes frente a la adversidad, con una capacidad que muchos ignoraban que tenían.

 
El fracaso tiene una genética similar, cuando los obstáculos se disuelven, muchas personas desarrollan la capacidad de hacer crecer otros nuevos, son magnéticos para atraer sus problemas. Si pudiéramos verlos a través de un microscopio, comprobaríamos este fenómeno de regeneración espontánea.

claudio@claudiopenso.com

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