Videntes, curadores y brujerías

Escribe Antonio J. González

“Creer o reventar”, dicen sus entusiastas frecuentadores. “Brujería y verso” contestan los escépticos. Pero a pesar de estas contradicciones, los videntes, los curadores, los practicantes de ritos y prácticas paranormales están vivitos y coleando. En nuestro territorio pequeño hay y habrán esos especiales personajes que parecen tomados de alguna historia de Harry Potter o las brujas medioevales. Y la cosa no es para chiste, porque hay investigaciones y comprobaciones que tratan de desentrañar sus verdades y mentiras, sus aciertos y errores, sus predicciones y fiascos, como un contraluz que atrae a aquellos que tienen padecimientos e infortunios de errática resolución con los profesionales de la medicina o la psicología.

Muchos de nosotros, en nuestra niñez acudimos, de la mano de madres o abuelas, a ver a doña María, la Rosa, Don José o como se llame, en una humilde vivienda en los barrios de Avellaneda para “curarle al nene” el empacho, la culebrilla o los males de la convivencia. Hoy en día hay testimonios veraces de que siguen funcionando, con otros nombres y otras expectativas, pero la impaciencia y necesidad de los contemporáneos no se agota y buscan las supuestas “brujerías”, “daños” e influencias paranormales que algunas personas pudieran ocasionarles. Para estos casos no sirven las convicciones científicas o religiosas que tienen la misión de calmar la ansiedad de esos pacientes o ciudadanos preocupados y dolientes.

En cada barrio de Avellaneda existen hoy más de una de esas personas “sanadoras”, “imponedoras de mano”, poseedoras de mágicas adivinaciones o conocedoras de enigmas, extraños sucesos y anunciadores de venturas o desventuras. Aún aquellas que preanuncian desgracias o el término de una vida.

Tal vez debido a la crisis económica, que se recicla cada tanto, la gente está predispuesta a creer en estas cosas, pero la cuestión es que se advierte nuevas publicidades de personas que se dedican a las ciencias esotéricas, en casi todos los medios informativos. Da la sensación de que ante el mayor desarrollo de la ciencia cognitiva (internet, móviles, genoma, revolución genética…) más se refugian algunos ciudadanos en esas creencias.

¿Por qué acuden a este tipo de servicios?, nos preguntamos. La respuesta posible: para encontrar cambios a situaciones que le angustian en la vida diaria: “¿Encontraré trabajo?”; “¿Volverá a mi lado él o ella?”, “¿Qué me depara el futuro?” En esta vida llena de misterios nos aferramos a lo que sea para encontrar algo de seguridad, aun a una sensación de tibia certeza.

También están los que buscan hechizos para conseguir o modificar algo. De alguna forma quieren dominar el futuro, que el porvenir suceda como ellos desean. Consideramos que la mayoría va para desahogarse, porque necesitan hablar con alguien, necesitan alguien que les escuche y, si además, les aviva la ilusión de acceder a lo desconocido (y puede controlarlo), pues todavía mejor. O en la vereda de enfrente, acuden a ellos para combatir supuestos o reales hechizos, maldiciones o maldades que otros pudieron provocarles.

El avance del conocimiento ha jaqueado buena parte de esa credibilidad y superstición, pero no del todo, porque la naturaleza humana necesita (por ahora) de la existencia de poderes mágicos, paranormales. Y esos videntes y sanadores sobreviven a la posibilidad de ser acusados de “ejercicio ilegal de la medicina” o práctica de la “magia negra”.

De ese modo, las supersticiones siguen latentes por todos lados. Por mi parte, cruzo los dedos, por las dudas.

ajgpaloma@gmail.com

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