Una calle de Avellaneda será bautizada con el nombre de “Luis Sagol”

Será en homenaje al primer intendente de la nueva etapa democrática.

El Ejecutivo Comunal envió al Concejo Deliberante un proyecto de Ordenanza para bautizar con el nombre de Luis Sagol”, a una nueva calle, que nacerá en Yrigoyen y Díaz Vélez y que pasará por la zona de los estadios de Racing e Independiente.

El exintendente Luis Sagol se enteró de la iniciativa por boca del propio intendente Jorge Ferraresi, quien lo consultó por si tenía alguna objeción o reserva con la imposición de su nombre a la calle.

“Por el contrario, le dije que lo veía como una exagerada generosidad y una delicada atención, que de ninguna manera iba a cuestionar, pero que más que un homenaje personal, que no sé si corresponde, entiendo que es un reconocimiento a un momento en el que me tocó actuar como Intendente, en el cual se ponía en marcha la idea de una vida democrática”, aseguró Luis Sagol.

Consultado sobre la arteria que llevará su nombre, Sagol expresó que “le sienta bien por la cercanía con gente amiga” porque está cerca del Centro Cultural “Antonio Hugo Caruso”, de la calle “Ricardo Bochini” y del estadio Libertadores de América donde vio jugar a muchos de sus ídolos, como Arsenio Erico y Ernesto Sastre.

“Estoy muy cómodo con el vecindario que me tocó, porque además con Racing también tengo una relación afectiva -agregó- mi mujer es hincha de la Academia y viví parte de mi juventud allí, porque tenía muchos amigos”.

En otro orden, Sagol destacó el cambio que significa esta nueva calle, ya que permitirá unir más a Avellaneda. “Estoy muy contento con lo que se ha logrado con el esfuerzo municipal, porque esos lugares eran inaccesibles, eran terrenos fiscales que pertenecían a organismos lejanos a la ciudad que nos afectaban y nos dividían”, describió.

“Cuando yo asumí, salvo tres calles, todas estaban cortadas por un ferrocarril”, remarcó.

Toda una vida en Avellaneda

Luis Sagol nació en 1936 en 25 de Mayo 247 y en Quinta Galli hizo “la vida clásica de un pibe de Avellaneda”, como él mismo la define.

“Esta ciudad es notable porque me dio cantidad de amigos, que no son los conocidos por la vida pública, sino los que uno ligó por sus costumbres, por el fútbol, por la música, por el entretenimiento”, añadió.

La escuela primaria la hizo en la Nº 1, cuando ésta funcionaba en lo que hoy es la Casa de la Cultura, mientras que la secundaria la tuvo que cursar en el Colegio Pueyrredón de la Ciudad de Buenos Aires, porque en Avellaneda no había colegios nacionales.

Precisamente allí, y también influenciado por su abuelo que era puntero político en Quinta Galli, le empezó a “picar el bichito” de la militancia y el compromiso.

“Nací en el ’36 y en el ’46, con apenas diez años, hice campaña por la Unión Democrática, por la fórmula Tamborini-Mosca. Ya en el secundario entré decididamente a militar, era el primer peronismo y la cosa era muy álgida”, recordó.

“Buscando siempre la pertenencia y la referencia, viajaba en el tranvía 17 leyendo el periódico Adelante, que los radicales hacían en Wilde, para que me identificaran y supieran de qué lado estaba, para demostrar que no era indiferente a nada”, relató Sagol.

El exintendente de Avellaneda le comentó a La Ciudad que, al igual que ahora, por aquel entonces los jóvenes que participaban de la vida política eran pocos, solo se “enganchaban” los que tenían vocación y actitud.

“No eran multitudes de jóvenes actuando en política, todos teníamos opiniones y criterios sobre la actualidad, pero los que íbamos a un local partidario éramos pocos”, sostuvo.

Años de militancia, de trabajo y de recorrer Avellaneda, hasta que en 1983, los vecinos le confiaron la responsabilidad de manejar los destinos de la ciudad que lo vio nacer y crecer.

“Al momento de asumir sentí compromiso político, orgullo personal y el deseo de no fallarle a nadie -explicó Sagol- porque conocía a mucha gente de Avellaneda y quería, una vez dejado el cargo, seguir siendo amigo de todos porque no los había defraudado”.

Los primeros días de intendente

Al asumir la intendencia de Avellaneda, Luis Sagol recibía en forma periódica a diversas delegaciones de vecinos, a quienes les hablaba de la importancia del Estado de Derecho que se había puesto en vigencia y de la nueva etapa democrática.

Sin embargo, como si los reclamos hubiesen estado cajoneados muchos años, los vecinos pedían obras casi de forma inmediata.

“Llegué en diciembre del ’83 y en marzo del ’84 ya me había olvidado del Estado de Derecho y de la Constitución -resaltó- ahí aprendí cómo era la vida municipal, donde los vecinos requerían respuestas para ya, todo pasaba por servicios y obras”.

“La gente me decía que había vivido mal muchos años y que no quería seguir así. Al Coronel D’ Elía no podían ni entrevistarlo, en cambio a mi me veían en todos lados, como intendente y como vecino”, manifestó.

Ante tantos requerimientos, Sagol también conoció las limitaciones que tenía en ese entonces un gobierno comunal, el cual solo se limitaba a la administración y a las pequeñas cosas, dejando las grandes responsabilidades en manos de la Provincia.

“A treinta años de eso, todo indica, que el sistema municipal de gobierno ya no es una mera administración que, según la Ley Orgánica, se dedicaba al barrido, el alumbrado y la limpieza. Hoy es protagonista de los principales aspectos de la vida de la gente”, aseguró.

“Eso lo intuí cuando asumí y comencé a trabajar también en educación con los jardines municipales, en salud con las unidades sanitarias y en los barrios con las delegaciones, dado la necesidad de atención directa que tenía la gente”, explicó.

En ese sentido, Sagol destacó la continuidad de algunas de sus iniciativas, las cuales fueron tomadas como políticas de Estado más allá de los colores partidarios del gobierno de turno.

“Los jardines de infantes que intuitivamente desarrollamos en clubes y sociedades de fomento, hoy tienen edificios propios y ajustados a las exigencias de los cánones educativos -detalló- y los Institutos de Arte llegan a una población que excede a la ciudad, vienen a estudiar de todos lados”.

“Además tenemos la Universidad de Avellaneda y un polo judicial que ya se va convirtiendo en Departamento. Todo eso lo pensábamos como algo que no llegaría jamás porque los gobiernos provincial y nacional estaban en otra onda y tenían poca permeabilidad”, sentenció.

“Por suerte -puntualizó- la capacidad de gobierno que se estableció en el ámbito municipal llevó a que la administración nacional advirtiera y acompañara con recursos estas políticas que se están aplicando”.

Sus colaboradores

Seguir el ritmo que Luis Sagol le quería imprimir a la intendencia no era fácil, por eso mismo el exintendente le reconoció a La Ciudad que le costó mucho conseguir gente con la idoneidad necesaria pero, al mismo tiempo, capacidad de trabajo.

“Si yo hubiese tenido a Jorge Ferraresi como Secretario de Obras Públicas, me quedaba 40 años en la intendencia -ejemplificó- porque además de honestidad y capacidad, yo necesitaba gente con voluntad de trabajo”.

En su segunda gestión, tras ser elegido nuevamente por la comunidad en 1987, la situación económica y política nacional no lo ayudaba.

“Pasé momentos complicados porque la vida política apareció con sus aspectos a veces mezquinos, con enfrentamientos, cuestionamientos por cualquier tema y me costó conseguir que interpretaran, sobre todo el partido oficial, la necesidad de continuar con el rumbo”, describió.

“Quisieron entreverarse y me di cuenta que, como para mi la vida pública no era una forma de vida sino un momento, había que presentar la renuncia y volver a casa. No iba a terminar enfrascado en ese juego de partidos”, expresó.

Pasado un tiempo, el entonces intendente Baldomero Álvarez de Olivera aprovechó sus conocimientos y su experiencia para ponerlo al frente de la Secretaría de Relaciones con la Comunidad.

“Después terminé en el Consejo Escolar, tarea que me agradó mucho y donde aprendí también las complejidades de las situaciones educativas”, sostuvo.

Finalmente, Luis Sagol expresó que está muy satisfecho con su pasado, y que esa satisfacción le va a permitir hacerse cargo del cuidado de la calle que van a bautizar con su nombre.

“Voy a ir a controlar el alumbrado, al barrendero, que los coches estén bien estacionados y, si la cosa funciona, a partir de enero pongo una cabina de peaje”, finalizó con humor el exintendente de Avellaneda, Luis Sagol.

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