Por su experiencia y por la calidad en su trabajo, el taller integral de José Nicolás Pivoz de Basavilbaso 850, en Sarandí, es uno de los más buscados por los entendidos.
Pivoz, que con apenas diez años hacía «changas» en los talleres de la zona, en 1971 abrió su propio taller, el cual no solo lo llevó a ser una referencia dentro del rubro, sino que además lo acercó a los vehículos de competición.
«La necesidad de tener un lugar propio surgió porque siempre fue una iniciativa que tuve de chico para poder progresar», le explicó a La Ciudad el propio José Pivoz.
El sueño del taller propio se concretó el 1 de noviembre de 1971 cuando abrió sus puertas en el mismo sitio donde permanece hasta hoy. Por aquel entonces, el taller había empezado con chapa y pintura como especialidad y la mayoría de sus clientes eran camioneros.
Al poco tiempo, el taller empezó a crecer para brindar un mejor servicio y mejores condiciones de trabajo. «Lo fuimos ampliando porque cuando arrancamos era un terreno baldío con un tinglado nada más, empezamos con una mano atrás y otra adelante», recordó Pivoz.
«Fuimos creciendo, ladrillo por ladrillo y ahora estamos haciendo otra ampliación hacia el terreno lindero para darle más comodidad al taller -agregó- porque las épocas cambiaron, se necesita mucha tecnología, muchas herramienta y los coches son muy diferentes y necesitan espacio».
La tecnología se fue incorporando a los autos, por lo cual fue necesario que el taller también se fuera «acomodando» a los nuevos tiempos.
«Nos adaptamos a los cambios porque uno tiene que tener la mente abierta -sostuvo Pivoz- que uno pueda tener una máquina para no utilizar la mano es algo maravilloso».
«Nosotros tenemos un equipo que vino de Francia que suelda cuatro sistemas en la misma máquina: bronce, aluminio, acero y acero inoxidable. Agiliza los tiempos y el trabajo queda perfecto porque son métodos que suplantan muy bien a los de planta», remarcó el titular del taller.
«Ahora estamos por traer una máquina con sistema de remachado que se usa mucho en la reparación de autos de aluminio como el Audi o el BMW», adelantó.
«Este trabajo te mantiene activo y despierto, lástima que la juventud está mal asesorada y no se dedica a esto, que es algo para toda la vida», resaltó Pivoz.
«Sería importante que los chicos, aquel que a lo mejor no pudo estudiar por alguna circunstancia, viniera al taller y se interesara por aprender un oficio que es muy bueno», señaló.
Con respecto a los cambios que experimentó la actividad con el paso del tiempo, el responsable del taller remarcó que ya no es tan pesado como al principio, cuando todo era más rudimentario, y que ahora las manos «sólo las usas para poner las herramientas».
«Antes un auto te podía durar cien años, en cambio ahora, conceptualmente, están hechos para usarlos bien cuatro o cinco años y después renovarlos», afirmó.
«Lo que era la chapa nada que ver con lo de ahora, antes una chapa era de 1.2 milímetros y ahora es una chapita de 0.9, cambió la concepción -añadió Pivoz- sí hay más seguridad con el tema airbag o ABS».
Equipo y servicios
«José N. Pivoz» cuenta con servicios y con un equipo de primera calidad, que es lo que le permitió consolidarse por más de cuatro décadas y seguir creciendo.
«En el taller trabajan mi hijo Ariel, que se ocupa de la pintura, y Alberto Rodríguez que hace cuarenta años que está conmigo y que hace varias tareas porque acá aprendió todo. También tenemos un preparador para todo lo que es macilla y yo, que me ocupo de la parte de chapa», resumió Pivoz.
En cuanto a los servicios, aseguró que es un «taller integral» y que los autos que entran salen «full» en chapa, pintura, tapicería y mecánica.
«La pintura la hacemos en una cámara especial, es una zona libre de polvo, con extractores y calefactores para ambientar a 25 grados hasta que se termina de pintar y luego subirlo a 60 para que selle», explicó.
Además, Pivoz cuenta con nuevos equipos tendientes a preservar el ambiente, como por ejemplo un compresor alemán, que no larga agua y que es libre de todo tipo de contaminación.
Autos de competición
En la década del 80 y parte de los 90, el taller integral de José Pivoz también trabajó con autos de competición, respaldando al piloto local Jorge Delgado y al equipo «Silvente Sport».
«Fue una etapa maravillosa», expresó Pivoz, quien agregó que por ese entonces se hacían las jaulas para resguardar la vida del piloto ante la posibilidad de un accidente.
«Una vez un auto nuestro dio ocho vueltas en una carrera en Allen y no pasó nada. Estaba bien hecha», destacó.
«A mi nieto le estoy haciendo uno también de colección, un Olsmobile 36. Está ansioso por tenerla», enfatizó.
Taller – Museo
El taller de José Nicolás Pivoz en la calle Basavilbaso al 800 es también una muestra permanente de todo tipo de elementos relacionados con el automovilismo.
«Acá podemos encontrar tornillos de ruedas de autos que compitieron en el Nascar, cuernos originales de la vaca de Texas, una parrilla Chevrolet, cuadros de todo tipo, banderas, diario viejos. Empecé a juntar en los años 90; algunas cosas me las regalaron y otras, como las banderas, las fui comprando cuando iba a las carreras», comentó Pivoz.
Además de lo estrictamente automovilístico, en su taller hay un cuadro especial con una camiseta que le regaló Ricardo Enrique Bochini, como así también la que usó el jugador Pedro Prospitti ante el Inter.
Por otra parte, José Pivoz comentó que en la actualidad posee una coupé Chevrolet, modelo 38, que es la que usa para ir a buscar a la escuela a su nieto Martín, de seis años.
