La economía argentina tropieza con algunas dificultades que están produciendo efectos concretos. En primer lugar, Estados Unidos está saliendo del estancamiento y por esa razón, su autoridad monetaria ya sugirió que aumentará la tasa de interés, decisión que producirá un reflujo de fondos hacia el norte, afectando a los países emergentes. Si bien Argentina no ha sido un destino elegido por los dólares que andan circulando por el mundo, sí lo fue Brasil, que es un principal cliente en materia de exportaciones industriales. Por eso, una disminución del ritmo de crecimiento de Brasil afectará directamente a Argentina.
En segundo lugar, hay tres cuestiones no resueltas que también impactan sobre nuestra economía: la deuda impaga con el Club de Paris, el incumplimiento de las resoluciones dictadas por CIADI y la sentencia emitida en primera instancia por el Juez Griesa, luego confirmada por la Cámara de Apelaciones de Nueva York. Todos estos temas -además del ritmo inflacionario- han provocado una disminución del crecimiento de nuestra economía, a tal punto que este año no creceremos más del 2% y, si la soja baja de precio, ese crecimiento será aún menor en 2014.
La sentencia del Juez Griesa acogió el reclamo de los fondos buitres que, como se sabe, se especializan en comprar a precio de liquidación los certificados de deuda impagos para luego especular con el enorme mayor valor que implica una sentencia judicial exitosa.
En este caso específico, llegamos a esa sentencia por imprevisión, por falta de plan, por impericia y por soberbia. No olvidemos que quienes fueron a defender nuestra posición en las audiencias convocadas por Griesa fueron Boudou y Lorenzino, justificadamente desprestigiado el primero y sin jerarquía técnica el segundo.
Luego, la presidenta cometió el peor de los pecados que se puede cometer contra un juez: anunció, a viva voz y por los medios, que no iba a cumplir la sentencia si era desfavorable y esa jactancia se convirtió en una razón fundamental para provocar la decisión judicial que nos perjudica.
La salida que ahora encuentra Cristina Kirchner consiste en pedirle a Dios que influya sobre la Corte Suprema de Justicia de Estados Unidos, para que corrija el fallo de segunda instancia. La presidenta se define a sí misma como una «abogada exitosa». Estamos seguros de que su éxito profesional si efectivamente existió- se apoyó en conocimientos jurídicos y no en ruegos de intervención divina que, realmente, tiene muy poco que ver en este tipo de cuestiones, A lo mejor, a la Presidenta se le ocurre pedirle al Papa Francisco que interceda frente a la divinidad para que cambie el contenido de la sentencia que nos agobia.
Dr. Juan Manuel Casella
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