Salvador Debenedetti, mucho más que una calle

Escribe Antonio J. González.

En octubre próximo se cumplirán 80 años del fallecimiento de Salvador Debenedetti producido cuando regresaba de un viaje por Europa a bordo del buque Cap. Polonio. Fue uno de los mayores impulsores de la arqueología y la antropología en el país, además de poeta, político, historiador, etnógrafo y científico. Había nacido en Avellaneda en 1884, hijo de un inmigrante italiano y una mujer argentina. Vivió en las calles Alsina y Paláa, solar donde actualmente se levanta la Escuela de Enseñanza Técnica Nº 5 que lleva su nombre. Su padre era el dueño de una fábrica de soda y bebidas.

Debenedetti había estudiado y graduado en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. En 1909, alcanzó el doctorado con la tesis “La cerámica funeraria de los yacimientos prehistóricos de “La Isla” (Quebrada de Humahuaca). El título de arqueólogo que obtuvo entonces, convalidó una vocación que desde su más temprana juventud tenía hacia la indagación sobre el pasado y las culturas más antiguas de estas geografías. Además, como autodidacta, tenía una excelente formación científica y literaria.

Durante los años de estudiante universitario, participó activamente en la política estudiantil, siendo elegido en 1902 presidente del centro de estudiantes. Una de las gestiones más destacadas en esa función, fue obtener que la facultad estableciera el día 21 de septiembre (día de la primavera en el hemisferio sur), como “Día del Estudiante”, celebración que se extendió luego a todo el país.

Juan Bautista Ambrosetti era, por ese entonces, el gran iniciador e impulsor de la arqueología y antropología en el país. Debenedetti asumió esa misma pasión y enseguida trabajó como discípulo, compañero y continuador de Ambrosetti.

Debenedetti fue una figura fundamental para que, entre 1920 y 1930, aquellas jóvenes ciencias maduraran y se fortalecieran como disciplinas autónomas.

En el año 1911 impulsó, al lado de Ambrosetti, la restauración de las ruinas del Pucará de Tilcara, que varios años después fue finalizada tal como se puede observar hoy en día. Por este hecho, se lo considera una eminencia en las materias, estando incluso sus cenizas en un monumento dentro del Pucará. Más adelante, Debenedetti profundizó los estudios arqueológicos en la Quebrada de Humahuaca, sobre los que publicaría una importante monografía en 1930, poco antes de morir: “Chulpas en las cavernas del Río San Juan de Mayo”, revelaba la existencia de tumbas indígenas en esa región de la puna jujeña.

A fines de la década de 1910 es nombrado director del Museo Etnográfico de la Universidad de Buenos Aires, desempeñándose también como profesor en esa casa y en la Universidad Nacional de La Plata. En 1929 fue miembro de la Sociedad de Americanistas de París.

Pero esa activa participación en las investigaciones científicas no le privaba de participar en la acción cultural en nuestra ciudad. Desde 1909 funcionaba la Biblioteca Elemental Popular de Sarandí, donde, doce años después, organizará Debenedetti, junto con el periodista y escritor Pedro J. C. Molinari, los primeros Juegos Florales de Avellaneda, certamen literario que tuvo la participación de los poetas de entonces.

Además de la calle de sólo cuatro cuadras que lleva su nombre en Sarandí, Salvador Debenedetti perdura en la memoria colectiva de los argentinos como resultado de sus aportes científicos, culturales y sociales. A los 80 años de su muerte en alta mar, forma ya parte de los argentinos transformadores del país durante las primeras décadas del siglo veinte.

ajgpaloma@hotmail.com

Epígrafe: Salvador Debenedetti, científico y poeta.

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