Roque Colucci y el arte de inmortalizar el pasado en sus pinturas

Nacido en Roma y criado en Dock Sud, el artista retrata postales de la historia.

La modernidad sigue avanzado y llevándose los últimos resabios de una rica historia. De a poco, los ladrillos van ganando terrenos y las últimas chapas van desapareciendo del escenario cotidiano. Dock Sud no es la excepción y aquellos conventillos que vieron crecer a los inmigrantes que llegaron para hacer grande al país empezaron a dejar lugar a las nuevas construcciones, modernas, pero frías,sin el toque de aquellos años.

 
Para conservar esa rica historia, que es también suya, el artista plástico Roque Colucci empezó a trasladar a sus obras aquellos lugares emblemáticos y pintorescos que al poco tiempo le iban a dar paso a ese futuro tan inminente como inexorable.
Con su arte, Colucci no hace más que inmortalizar su propio pasado y el de toda la comunidad de Dock Sud. El de infancia de conventillo, de tangos y de vieja Escuela 35 de madera.

 
“La pasión por el barrio me lleva a pintar -remarcó Colucci- una vez iba caminando por calle Núñez, era un día gris, vi un conventillo y pensé ‘en cualquier momento se va a caer’, así que le saqué una foto y me puse a pintar”. Al año casi, ese conventillo ya no estaba más, y si no fuera por este artista plástico apasionado de la memoria colectiva, ya no hubiesen quedado practicante rastros.

 
Entre mates y charlas con colegas, Colucci va bosquejando esa foto en la futura obra durante varias horas, sin apuro, dejando que su mano trace las líneas captadas por su cámara pero al mismo tiempo permitiendo que sus sentimientos y su talento doten a esa misma imagen de un pasado y una impronta que ese mismo conventillo tenía en la vida real.
“La obra me demora por ahí dos o tres meses, no me propongo un plazo porque lo hago como un hobby, es algo muy placentero, es una caricia al alma”, describió el artista.

 

De Roma al Doke
Roque Colucci fue durante 30 años mecánico especializado en marca Fiat y, si bien siempre le prestó la atención a la pintura, nunca había pensado incursionar en ella.

 
Sin embargo, el fallecimiento de su esposa en los ’90 le provocó un vacío difícil de llenar, pero que decidió hacerlo con arte. “Llegaba a casa y tenía un vacío enorme, así que salía de trabajar y me iba a la Casa de la Cultura”, comentó con nostalgia Colucci.
Y precisamente allí, en uno de los espacios culturales más importante de la ciudad, comenzó a estudiar Artes Plásticas recibiéndose cuatro años después.

 
“Es un buen pasatiempo. Es emplear el tiempo de una linda forma, no perderlo en cosas que no tienen sentido para la vida –sentenció Roque- esto tiene una actitud más linda, porque pintás, ves que la obra y aunque sea una porquería, te sentís satisfecho”.
El destino lo llevó, quizá por casualidad o por causalidad, a acercarse a pintar al vivero que funcionaba en Suárez y Mitre, y que posteriormente se mudó a la calle Castelli, donde comparte varias horas con amigos, colegas y la profesora Alejandra, de quien sigue aprendiendo.

 
“Se armó un lindo grupo y se fue agrandando. A través de Horacio Cabezuelo empezamos a hacer muestras en el Roma, en la UTN, en Gente de Arte”, recordaba Colucci aquellos primeros pasos luego de haber obtenido el título.

 
Oleo sobre tela, tanto con pincel como espátula, son las técnicas que utiliza y sus musas, además del barrio que lo vio crecer, también las encuentra en el tango. Bandoneones, calles adoquinadas y personajes arrabaleros siempre están presentes en sus creaciones, como símbolo de otra época, pero también a modo de rescate cultural.

 
Roque Colucci nació en la lejana Roma y al poco tiempo llegó a su querido Dock Sud, tierra de inmigrantes, yugoslavos, polacos y ucranianos. La vida lo llevó a vivir a la capital provincial, La Plata, pero luego de un tiempo volvió a sus querido Dock Sud a pintar y a vivir, porque como decía Pichuco en su “Nocturno…”: “Alguien dijo una vez que yo me fui de mi barrio… ¿Pero cuándo? Si siempre estoy llegando!”.

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