Respeto y confianza, base fundacional de la vida de relación

Escribe la Lic. Andrea Fabiana Varela Seivane.

No todas las relaciones son iguales y el grado en que cada uno se implica emocional y afectivamente varía según sea el vínculo. El interés y el bienestar que nos proporcionan, el nivel de empatía y los afectos que esas relaciones motivan son factores que determinan nuestra implicación en ese vínculo.

Existe un elemento que debe ser algo en común en todos los vínculos, la incondicionalidad, ya que no hay relación que se sostenga en el tiempo si se juzga o se limita al otro. Esto sería, estar, escuchar, apoyar y acompañar, lejos de imponer, juzgar y entender al otro a través de nuestro criterio, al contrario, intentar aceptar el suyo.

Fácilmente solemos etiquetar a las personas por las conductas que no compartimos, que no nos gustan o que no entendemos, nos enojamos o nos alegramos y manifestamos nuestro amor o desamor como si ese sentimiento fuese un valor que beneficia a la otra persona si se comporta según nuestras expectativas y nuestro concepto de cómo deben ser las cosas. Sin embargo, es necesario poner condiciones en una relación, pero siempre y cuando estén en relación con el grado de implicación y responsabilidad que cada uno tome parte, que no es lo mismo que, por ejemplo, estar con alguien mientras me guste lo que hace, y si no es así, juzgarlo y abandonarlo, esto está más del lado de no apoyar a esa persona y no respetarla.

Puede ocurrir, como ocurre generalmente entre padres e hijos o entre hermanos, que la unión implique un fuerte lazo emocional pero exista algún desentendimiento aunque no una ruptura manifiesta, la relación en apariencia es sólida pero no se participa de los proyectos de los otros, se considera que se salen del patrón de vida propio o que se alejan de la escala particular de valores.

Cuando una relación tiene condiciones, basadas en la responsabilidad mutua, significa que se permanece al lado esa persona con independencia de sus comportamientos, si sus actos motivan el desencuentro, y el desencuentro es una constante, entonces tendremos que pensar que probablemente, ésa no es una persona adecuada para nosotros. Si el vínculo es familiar y no se puede romper, conviene al menos fijar de mutuo acuerdo los límites y pensar en como reconducir esa relación.

Un factor clave en una relación es la reciprocidad, ambas partes tienen que participar de la misma sintonía, compartir valores afines y expectativas de la vida. Una buena relación de calidad exige que la persona se entregue y se implique personalmente, pero sin desentenderse de sí misma, porque cuando se está con alguien sin condiciones, pase lo que pase, nos estamos relacionando desde una dependencia insana, ya que en algún momento vamos a salir desgastados, vacíos y altamente perjudicados. La reciprocidad es una relación de ida y vuelta, y está condicionada por el momento vital en que nos encontremos. Las personas pasamos por diversas etapas y no en todas podemos entregar ni entregarnos, algunas veces necesitamos recibir, ser atendidos y cuidados, y si esto es temporal, superada esa etapa se equilibrará la relación y podrá ponerse al servicio del otro lo que somos y tenemos, sin restricciones y generosamente.

Que una relación sea incondicional no significa estar para todo y en todo momento, el que alguien pueda contar con nosotros no implica que nuestra disponibilidad sea constante y sin límite de tiempo, sino que nuestro ánimo e intención es de acompañamiento, aunque puedan darse algunas circunstancias que impidan poder plasmar esa voluntad. El compromiso se adquiere desde la libertad y la conciencia, sólo desde allí podrá afirmarse que el compromiso es verdadero y maduro.

Haber asumido el compromiso con el otro requiere que nos hayamos escuchado, conocido, atendido y estemos siendo para nosotros mismos el mejor de los acompañantes, a partir de esa aceptación personal, sin juicios de valor y sin castigos consiguientes, lograremos establecer relaciones maduras y equitativas con los demás, observarnos en nuestras conductas e intentar ser responsables de lo que hacemos y decimos, ayuda a la visión e interpretación de las otras personas, de sus actos y sus circunstancias. Sea cual sea el grado de vínculo que se quiera establecer deberá estar alimentado en la seguridad que es un soporte básico que condiciona las relaciones, porque refuerza la confianza en nosotros mismos.

Para que una relación, sea de amistad, familiar o amorosa, pueda consolidarse y perdurar en el tiempo es necesario que las dos partes estén en la misma sintonía, que ambas quieran y esperen lo mismo de la relación, dedicar tiempo, esfuerzo, mimo y cuidado a la relación, presentarnos como somos, es decir, desde la autenticidad, permitir que la otra persona se exprese como es, evitando los juicios de valor y promoviendo una escucha atenta, abierta y positiva, evitar los obstáculos y promover la fluidez en las puestas en común, y sobre todo hacer del respeto y la confianza la base de la relación.

Licenciada en Psicología
Andrea Fabiana Varela Seivane
MN 34156
Consultas al 4205-0549 155 143 6241

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