Reflexionar sobre nuestras decisiones sin juzgarnos a cada momento

Escribe la Lic. Andrea Fabiana Varela Seivane.

Los humanos somos seres complejos, tenemos actitudes, emociones y comportamientos poco coherentes entre sí, contradictorios, odiamos y apreciamos al mismo tiempo, excedemos hipocresía con nuestra pareja, amigos, compañeros de trabajo o familiares, pensamos una cosa y hacemos otra distinta, a veces actuamos así por no hacer daño a los demás, otras por pura conveniencia, por comodidad. Pero las cosas no suceden por casualidad, muchas veces a partir de vivir determinadas circunstancias, creemos que es mejor cambiar nuestro comportamiento, adecuarlo al contexto, ocultar nuestros verdaderos sentimientos, moderarnos en nuestras respuestas o reprimir nuestra espontaneidad en favor de una supuesta convivencia armoniosa.

Lo peligroso de este juego de las apariencias, el de los secretos y mentiras, es que lleva al naufragio y sobreviene el vacío preguntándonos quienes somos en realidad.

Este fracaso, este desencuentro con uno mismo, puede deberse a la pérdida de la propia identidad personal, uno se olvida de lo real que queda tras la representación, como al desconcierto y el temor que nos arrasan ante las situaciones difíciles porque las reglas, muy sutiles, no están escritas, y las experiencias ajenas difícilmente sirven. Estas representaciones como actores, asumidas con naturalidad por casi todos, no serían perjudiciales si supiéramos distinguir lo que pensamos, lo que hacemos y lo que en definitiva somos en verdad.

Crear nuestra imagen y consolidarla ante el exterior y ante nosotros, forma parte del aprendizaje para la vida, pero la duda surge cuando nos preguntamos si nuestra imagen exterior y nuestro comportamiento son lo que se esperan en nosotros, o cuando nos interrogamos si cumplimos nuestras propias expectativas, si nos gustamos realmente. Creyendo que si no somos ese alguien que los demás quieren no seremos nada, no nos querrán o no nos aceptarán, podemos llegar a interiorizar esa imagen y comportarnos sin discernir si quienes los que actuamos así somos realmente nosotros, y la trampa radica en que al final esa mezcla nos resulte ajena, no sepamos quienes somos y qué queremos ser, o que la imagen que los demás han hecho de nosotros, con nuestra colaboración y consentimiento, sea tan distinta de lo que somos en realidad, que surjan diferencias que puedan sumirnos en las dudas, o propiciar alguna crisis de identidad. La imagen que uno fabrica sirve para protegerse de lo verdadero que uno es, e impide que nos encontremos con eso autentico en nosotros. Así el comportamiento llega a no depender de lo que queremos, sentimos o pensamos, sino de lo que creemos que en cada situación se espera de nosotros, de las expectativas que hemos alimentado en los demás, y lo difícil de tomar una decisión queda sometido a lo que suponemos que es lo que los otros creen que debemos hacer. Ahora bien, querer ser uno mismo no significa ignorar las reglas sociales que cada espacio y grupo de personas requiere.

Conceder demasiada importancia a la imagen, a cómo nos verán los demás, propicia miedos e inseguridad, aísla del mundo, ya que sólo permitimos que nos conozcan desde una perspectiva, la única que proyectamos hacia los demás cuando nos relacionamos con los otros. Por ejemplo, muchas parejas después de convivir mucho tiempo, descubren que no se conocen en lo fundamental, en lo íntimo, aunque sepan las manías y costumbres de cada uno.

Para llegar a conocernos necesitamos introspección y hacernos preguntas a veces complicadas de responder sinceramente, atendernos, escucharnos, y no siempre resulta fácil porque nos encontramos con nuestras limitaciones.

Ser, no aparentar, encontrarnos mejor, desde nosotros mismos, es un camino difícil pero posible, atendiendo a nuestros sentimientos, gustos y pensamientos y también prestando atención a las expectativas de los demás cuando existe una responsabilidad en un vínculo, hay que recordar que el derecho de vivir según pensamos y sentimos también es y sobre todo afecta a quienes nos rodean y comparten nuestra vida, con lo cual sería mucho mejor no juzgarnos a cada momento, sino reflexionar con cariño y espíritu crítico sobre nuestras decisiones.

Licenciada en Psicología
Andrea Fabiana Varela Seivane
MN 34156
Consultas al 4205-0549 155-143-6241

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