Reescribiendo la historia de Avellaneda de la mano de Rudi Varela

Apasionado investigador y promotor de innumerables instituciones sociales.

Aunque siempre existirá esa pugna existencial entre los que dicen que todo tiempo pasado fue mejor y los que afirman que lo mejor está por venir, podemos pensar que para que un país pueda proyectar un futuro promisorio, indefectiblemente deberá revisar su historia.

Es necesario mirar hacia atrás en el tiempo, para tener un punto de referencia, que nos marque el camino. Es una buena opción para imitar logros y para evitar errores. Pero además la historia tiene que ser contada, a medida que avanzamos; aunque los sucesos ocurran a un ritmo tan vertiginoso que nos parezca estar en un presente continuo.

El problema surge cuando los libros no nos cuentan lo que realmente sucedió. En tal caso, lo conveniente es recurrir a un experto, para evacuar nuestras dudas.

«Me estoy convirtiendo en un revisionista. Porque además del tema de las invasiones inglesas, estoy detrás de otros errores historiográficos», dice con soltura Rudi Varela, un apasionado historiador avellanedense que se ha dedicado durante muchos años a bucear en nuestra historia para intentar desentrañar algunos sucesos que todavía son incógnitas.

Rodolfo Héctor Varela Fasanini nació en Piñeiro, Avellaneda, el 7 de agosto de 1935. Su formación académica lo convirtió en un profesional de la ingeniería automotriz pero, años más tarde, su pasión por el periodismo y la investigación histórica terminarían por definir su gran vocación.

En su juventud, se destacó por su incansable labor solidaria, siendo un activo promotor y creador de innumerables instituciones sociales, entre las que se enumeran: la agrupación Jóvenes de Acción Católica (J.A.C.); el Movimiento Familiar Cristiano (M.F.C.); Reuniones Musicales Familiares (RE.MU.FA.), -encuentros familiares que lejos estaban de traer mala suerte y que unían a sus parientes para estudiar música clásica- y el Centro Literario Convivium.

Asimismo, fue gestor y fundador de la Comisión del Centenario a Piñeiro, en 1991, y su continuadora Comisión Permanente de Homenaje a Piñeiro, además de ser dirigente diocesano y formar parte del Club de Leones local.

En el ámbito de la Capital Federal, cofundó Amigos de la Historia y la Arqueología y la Federación Argentina de Centros de Estudios Locales y Regionales (F.A.C.E.L.Y.R.).

Por su parte, en Avellaneda, fue cofundador de Encuentro de Escritores de Avellaneda (E.D.E.A.) y Solidaridad Promoviendo la Cultura Nacional (SOL.PRO.CUNA.) y fue miembro de la comisión Municipal del Centro de Estudios Históricos de Barracas al Sud, entre 1982 y 1989.

En paralelo, Rudi trabajaba con su cuñado, en un taller mecánico. «Estuve trabajando muchos años en un gran taller que era del hermano de mi señora, encargándome de la parte administrativa. Allí fuimos los primeros en tener bancos de prueba. Era un lugar al que venía la cremme de los corredores y artistas famosos, entre ellos, Luis Sandrini, Estela Raval, Daniel Tinayre, Mirtha Legrand… ¡Tengo cada anécdota de aquella época!, exclamó el entrevistado, que por entonces jugaba al tenis con el genial presentador Pipo Mancera.

Cuando se iniciaban los 80, su cuñado falleció y el taller quedó en la nada. Rudi se fue a trabajar con Roberto Pérsico que lo ayudó a publicar uno de sus libros sobre el barrio Piñeiro.

Fue precisamente en el diario La Ciudad de Avellaneda donde comenzó su trabajo periodístico, labor que continuó desempeñando luego en una publicación del Automóvil Club Argentino (A.C.A.) y como consultor de la Historia de Avellaneda y Lanús, para la edición de Clarín.

Historiador revisionista
Desde entonces, Rudi Varela encaró de lleno su tarea de historiador, presentando un gran número de trabajos de investigación histórica en distintos congresos nacionales, provinciales, regionales y locales.

Del mismo modo, ha publicado más de 10 libros entre los que se destacan: Las escuelas de Avellaneda (1993), que implicó una investigación de 10 años en el archivo histórico de La Plata; La época Rústica en Avellaneda y Lanús, un ejemplar completísimo que abarca hasta el año 1881 (2000) y La invasión Británica de 1806 y 1807 al Sur del Riachuelo (2006), una obra en la que revela algunos detalles muy interesantes.

«Manuel Belgrano verdaderamente crea la escarapela, el 18 de febrero de 1812 y de inmediato lo notifica al Triunvirato, organismo que se la acepta. Nueve días después, Belgrano también diseña la bandera, pero en base a la escarapela. Es decir, no como la conocemos sino al revés: blanca, celeste y blanca. Esa fue la primera bandera que tuvimos, la que estuvo en Macha (Bolivia) y hoy permanece en el museo Casa de la Libertad, en la ciudad boliviana de Sucre», recordó el historiador, que actualmente es Miembro Vitalicio de la Sociedad Argentina de Escritores, Miembro de Número de la Junta de Estudios Históricos de Barracas al Sud, Miembro Correspondiente del Instituto Histórico Municipal de Lomas de Zamora y Vocal de la Junta de Estudios Históricos del Partido de Avellaneda.

«Ahí también narro que el primero que izó por primera vez la bandera argentina, fue un personaje de nuestra actual Avellaneda, que vivía en el camino real (actual Av. Mitre): Cosme Maciel», agregó Rudi, que también fue dos veces Director de Patrimonio Cultural de la Municipal de Avellaneda, (1993-1999 y 2003-2008).

Para Varela, es «la» invasión –una sola-, porque asegura que los invasores nunca se fueron del todo: «Cuando nosotros los echamos el 12 de agosto de 1806. Ellos no se fueron. Tomaron Maldonado, aquí enfrente. Y en Enero de 1806 avanzaron a Montevideo. Tampoco son «inglesas», dice, «porque había ejércitos de los 4 países del Reino Unido».

En tal sentido, su revisionismo se enfoca al cuestionamiento permanente de algunos errores históricos, a diferencia de los revisionistas típicos que buscan reivindicar a los personajes denostados y maltratados a lo largo de la historia.

Viudo de Nélida Gómez, con quien tuvo cuatro hijos, Rudi formó pareja nuevamente con Mabel Álvarez, su «compañera de ruta». A los dos les interesa visitar lugares históricos, para recrear y reconstruir distintos hitos de nuestro pasado.

El investigador vive actualmente en Valentín Alsina, pero su corazoncito nunca se fue de su barrio natal. «Creo mucho en lo que decía Borges: la identidad es la infancia. Vivo aquí desde hace 15 años, pero mi identidad sigue en Piñeiro».

Justamente, atesora relatos que lo conectan al lugar donde cursó la primaria. «Donde hoy está la escuela 14, Rosas y Lavalle celebraron el Pacto de Barracas. Allí no solo hay un patrimonio histórico sino también uno natural, ya que dentro hay una higuera que perteneció a los Piñeiro», apuntó Varela.

«Y hay otro lugar (Av. Rivadavia 750 –y las vías-) que yo bauticé parque de la chacra de Nicolás Avellaneda, terreno que el ex presidente compró poco antes de iniciar su mandato. Así que estoy luchando para que en ambos lugares se coloque una placa conmemorativa», agregó, contundente.

A los 77 años, este incansable vecino de Piñeiro, perfeccionista y humilde, sigue dejando su huella, obsequiándole a la gente su desinteresado trabajo como historiador e investigador; y, sin querer, se convierte él mismo en parte de nuestra historia, con cada nuevo hito que evoca.

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