Quien en 1945 arrestó a Perón, había nacido en Avellaneda

Escribe Antonio J. González

Fueron protagonistas principales de la revolución de 1943, un golpe de estado que impuso al General Pedro Pablo Ramírez como Presidente de la Nación. Edelmiro J. Farrell y Juan D. Perón integraban el grupo GOU que derrocó al Presidente Castillo en un mundo sacudido por la Segunda Guerra Mundial, la expansión violenta de la Alemania nazi y el régimen fascista italiano. No eran tiempos de indefiniciones ante la dolorosa realidad de estos acontecimientos internacionales que esparcían muerte, sufrimiento y éxodo. Sin embargo, este nuevo régimen se dio el lujo de permanecer neutral frente a la mayor conflagración europea conocida entonces. Los militares nombrados integraban una élite con influencias nacionalistas, y entonces la gestión no iba a ser fácil y pacífica. En febrero de 1944, asume interinamente Farrell la Presidencia de la Nación y dos años después, el 4 de junio de 1946, es confirmado definitivamente al mando del gobierno, cuando ya se había anunciado el llamado a elecciones.

El entonces Coronel Perón había asumido su responsabilidad histórica con una nueva visión de la transformación social del país. Desde la Secretaría de Trabajo y Previsión tenía el propósito de persuadir a los factores de poder de la sociedad argentina sobre un hecho mundial: la prevalencia de lo social, que comenzó con la Revolución Rusa y con la Primera Guerra Mundial. Había que decidir, dijo, “si la era de lo social en la Argentina y en el mundo, va a tener el signo de lo nacional o de lo internacional”. Nacía el peronismo.

En su discurso pronunciado días antes de las jornadas del 17 de Octubre, afirmó: “Si la revolución se conformara con dar comicios libres no habría realizado sino una gestión en favor de un partido político. Esto no pudo, no puede, ni podrá ser la finalidad exclusiva de la revolución. Eso es lo que querrían algunos políticos para poder volver; pero la revolución encarna en sí las reformas fundamentales, que se ha propuesto realizar en lo económico, en lo político y en lo social. Esa trilogía representa las conquistas de esta revolución que está en marcha y que cualesquiera sean los acontecimientos no podrán ser desvirtuados en su contenido fundamental”. Los grandes empresarios criticaban duramente la política de reformas sociales emprendidas y exigían su revisión. Pero la mayoría de las organizaciones sindicales apoyaban a Perón. La solidaridad llegó frente a esa Secretaría, a la que asistieron alrededor de 3.000 trabajadores. Un orador dijo: “No estamos conformes con que se hable en nuestro nombre; vamos a hablar por nosotros mismos”. Perón renunció a sus funciones y vendría después su arresto militar por orden del Presidente Edelmiro J. Farrell y las históricas epopeyas populares ya conocidas.

El General Farrell era nacido en Villa de los Industriales, cuando Avellaneda se expandía en territorio que ahora corresponde a Lanús. Fue el 11º hijo de una familia de origen irlandés con ascendencia alemana. Tuvo luego una distinguida foja de servicios en la Escuela Superior de Guerra, especialmente en las fuerzas especiales asignadas a la región andina. Le tocó estar al frente de aquel proceso revolucionario inédito. Farrell enfrentó serios problemas internos de índole política, social y económica en una nación que se encontraba en proceso de industrialización y modificándose socialmente. Sufrió también la presión internacional de los países aliados en la Segunda Guerra.

Pero la historia iba a tener un 17 de Octubre, elecciones democráticas, intervención insólita de la embajada de los Estados Unidos y la disyuntiva “Braden o Perón”. El propio Gral. Farrell debió colocar la banda presidencial al Coronel que él había encarcelado. Y el país pegaba un giro cuyas resonancias aún repercuten.

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