Pensamiento Nacional: una charla íntima, nuestra y eterna

Escribe Carlos Caramello., Director Académico del Instituto de Estrategia y Desarrollo Jauretche Avellaneda. Politólogo, profesor universitario, coautor junto a Aníbal Fernández del libro “Zonceras Argentinas al sol”, entre otros.

“¿Que es entonces la Argentina? ¿Una masa que aun no se hace pastel? ¿Algo todavía informe? O bien el grito de protesta contra la mecanización del espíritu, la inteligencia demasiado inteligente, la belleza demasiado bella, la moral demasiado moral?” se preguntaba en su Diario Argentino, Witold Gombrowicz: poeta, dramaturgo y novelista que, llegado a nuestro país días antes del inicio de la Segunda Guerra Mundial -en el marco de una simple visita de escritores polacos a Argentina- decidió quedarse durante casi un cuarto de siglo, acaso tratando de buscar respuesta a esa pregunta que, de alguna manera, sintetiza la pregunta de la mayoría de los hombres y las mujeres de nuestra Patria.

La búsqueda del famoso “ser argentino”, la indagación sobre la tan mentada “identidad nacional” ha sido (y supongo seguirá siendo durante mucho tiempo) tarea y obsesión de muchos prestigiosos pensadores que no han podido -a mi modesto entender- redondear esa respuesta que nos contenga a todos. Acaso porque el pensamiento nacional no es síntesis sino precisamente una “torta” que se amasa día tras día, enriqueciéndose, mejorándose, levándose, sazonándose y vuelta a amasar, sin que nadie pueda definitivamente convertirla en “pastel”. Tarea de todos los que, en mayor o menor medida, hemos sido convocados a pensar y repensar esto de la “argentinidad”.

Una discusión, una conversación que no está zanjada y, por lo tanto, merece retomarse, como para no perder el hilo conductor; como para que la trama apretada de ese bordado múltiple y eclético, no pierda la tensión ni el sentido.

“El deber de cada uno es dar con su voz” solía repetir ese ciego mayúsculo que a muchos se les antoja presentarlo como paradigma del anti-pensamiento nacional aunque… quien sabe: Borges también es una forma del pensamiento argentino, mucho más si se indaga fronteras afuera. Lo importante, de todas maneras, es esa invitación a que demos con una voz propia, una identidad, un modo, un gesto tan contundente como para que nadie dude jamás sobre la condición identitaria de ese pensamiento.

Será, entonces, este forma de pensamiento, una suerte de red en la que hombres políticos abreven y se conecten, horizontal y temporalmente, uniendo la historia con el presente y también los ángulos más distantes de ese heterogéneo mundo de ideas que, no obstante, palpitan un sentimiento común y popular.

Necesitamos de ese pensamiento. Hoy que la Política vuelve a recuperar su espacio en el consenso de los Pueblos, tenemos la obligación de reconocer los rastros de ese pensamiento que nos une, al que habremos de proyectar hacia el futuro.

Hay que lograr, entonces, que el debate no tenga fin y que nuestro pensamiento nacional sea un pensamiento en voz alta. Y para eso, como lo hacían los griegos en el Ágora, hay que crear espacios donde se dialogue, se disienta y se acuerde… pero, sobre todo, se piense!

Lo peor que le podría pasar al pensamiento nacional (lo que tantos han intentado que pase… que nos pase) es quedar en silencio.

jauretcheavellaneda@gmail.com

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