Norberto Folino, escritor

Escribe Antonio J. González

Las ramificaciones de la tarea creativa suelen derivar en caminos alternativos que responden a una única actitud: descubrir historias, mundos y sentimientos que de otro modo no tendrían oportunidad de esclarecer los variados sistemas de nuestra vida. Norberto Folino fue en la década del ’50 un entusiasta de la multidisciplina con ramificaciones insospechadas para cualquiera que lo conociera como un adelantado en la gestión cultural de nuestro municipio.

 

 

Era músico: compuso canciones y melodías. Investigador histórico: quedan varias señales de sus trabajos. Periodista radiofónico: integró varios programas de radio antes de después de su gestión en el municipio. Pero una de sus facetas creativas fueron quedando en la niebla que cubre el tiempo pasado. En 1954 publica un libro de poesías: “Canciones del alba”, al año siguiente uno de investigación histórica: “El viejo Barracas al Sud” y otro de cuentos: “Peluquería clandestina”. Ya alejado de la función pública, en 1958 se anima con un “Método para quena” y en 1959 con una obra de teatro “El ave del desierto”. En 1961 se conoce un ensayo biográfico sobre Gouchón Cané en la Colección Toquichen, que contiene, en la contratapa, el comentario de José Gobello: “Tiene una prosa fluida, una gran facilidad para resolver las situaciones del relato y una ironía que Dios nos guarde” dice de Folino.

 

 

Pero la publicación más notable y consultada es, sin  lugar a la duda,  “Barceló, Ruggierito y el populismo oligárquico” donde arremete con la figura de esos personajes que dominaron una época de nuestra ciudad, lanzado por Falbo editores, en 1966, y reeditado por Ediciones de la Flor, en 1983. En ese libro, Folino destrama la acción política de aquella época nefasta para la ciudad y aporta información sobre los vínculos de Barceló con la controvertido Ruggiero, Carlos Gardel y aquella historia teñida de burdeles, tango, la mafiosa Zwi Migdal, sus rufianes, proxenetas y prostitutas.

 

 

“Este paternalismo conservador –dice Folino en su libro- merece el nombre de populismo oligárquico. Fue la política del favor personal, el regalo cuando no de la dádiva, de lo que se concede no como derecho sino como gracia de un poderoso que cobra el favor con retribución electoral y su adhesión”.

 

Como se sabe, su corto y dinámico desempeño como el primer Director de Cultura de la municipalidad local, dejó cimientos y conceptos de gestión cultural que luego se desarrollaron. Su lúcida visión de la cultura, en 1954, nos exime de otro comentario: “Hoy, pertenecer a la Dirección de Cultura significa trabajar todos los días para la cultura popular y no decir las cosas lindas que se pueden hacer, sino más bien concretar obras para los que necesitan oír y ver para creer”.

 

Lamentablemente, todavía hoy, el municipio no recuerda ni homenajea a este hombre que tantas huellas reconocemos desde 1954.

 

 

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