Murió Ray Bradbury, maestro de la ciencia ficción

Fue autor de clásicos de la literatura fantástica, como Fahrenheit 451 y Crónicas marcianas. Sus hijos confirmaron el deceso en la casa familiar de Los Ángeles, en los Estados Unidos. Tenía 91 años

“Si tuviera que hacer una declaración, diría que lo quiero y lo extraño. Espero escuchar a todos contando cosas y recuerdos de él. Influyó a tantos artistas, escritores, maestros, científicos, y es siempre reconfortante escuchar sus historias. Su legado descansa en su monumental obra, presente en libros, en películas, en la televisión y en el teatro, pero más importante que todo, en la mente y en los corazones de cualquiera que lo leyó, porque leerlo era conocerlo. Era el chico más grande que he conocido”, le aseguró su nieto, Danny Karapetian, al sitio web Io9.com, especializado en relatos de ciencia ficción.

El fallecimiento también fue confirmado por su hija Alexandra Bradbury y su biógrafo, Sam Weller.

“Al buscar un pasaje para recordarlo, acabo de tomar mi ejemplar de El hombre ilustrado, mi preferido entre sus libros. La introducción se titula: ‘Bailar para no estar muerto’, y tiene grandes reflexiones acerca de la muerte”, agregó.

“Soy actor, algo de lo que él siempre estuvo orgulloso. Y una vez me dijo, después de haber obtenido el papel para una obra: ‘¡Estás viviendo mi vida! ¡Estás haciendo todo lo que yo siempre quise hacer, pero no pude!’. Era una gran fuente de estímulo en mi vida, pero lo que más me fascinó siempre fue el impacto que causaba en los otros. Cómo sus historias levantaban el ánimo de las personas y las salvaban de veranos solitarios. ¿Quién no se enterró nunca en una historia de Bradbury, perdiéndose en su meticulosa, pero para nada forzada metáfora?”, concluyó, notablemente emocionado, su nieto.

No fue sólo un escritor de novelas y cuentos para entretener un rato, contando curiosidades acerca de cómo podría ser un futuro posible. Como se puede ver en su sitio oficial, Bradbury hablaba del futuro, pero desde su compromiso con el presente, desde la preocupación que le causaba el rumbo que estaban tomando las cosas en su tiempo.

De eso se trata Fahrenheit, llevada al cine por el genial director francés François Truffaut. En esa brillante distopía, Bradbury imagina que en un mundo no tal lejano en el tiempo, los bomberos se dedicaría a quemar los libros en vez de a apagar incendios. El objetivo sería evitar que las personas tuvieran imaginación y libertad para decidir qué pensar y qué hacer frente a sus pensamientos. Por eso la solución que se presentaba era que todo aquel que conservara un mínimo de rebeldía memorizara un libro; uno solo, pero de principio a fin. Así se podría preservar algo de la tremenda potencialidad de la cultura.

En todo el mundo se vendieron más de 8 millones de ejemplares de sus libros, en 36 idiomas distintos.

Su primera publicación fue un cuento en la revista Super Science Stories (Historias de Súper Ciencia). Tenía 20 años y ya mostraba cuál iba a ser la gran temática que lo iba a atrapar durante toda su vida.

Pero el éxito mundial lo alcanzó a los 30, con Crónicas marcianas, una colección de cuentos que narraban distintas historias sobre la vida del hombre en Marte, publicada en 1950. El encanto y el temor que al mismo tiempo le causaban los irrefrenables avances de la tecnología atraviesan todos esos relatos y gran parte de lo que escribió después.

A pesar de la genialidad de su pluma -o quizás a causa de ella-, siempre reivindicó no haber ido a la universidad y fue un ácido crítico de la educación formal. “No soy una persona seria, y no me gusta la gente seria. No me veo como un filósofo. Eso es demasiado aburrido”, aseguraba.

Probablemente por eso, para no aburrir, lo lúdico es omnipresente en su obra. Con los personajes, con las tramas y con las palabras, Bradbury siempre jugó en su literatura.

Murió a los 91 años en la casa de Los Ángeles en la que vivió durante 50 años con su esposa Marguerite, fallecida en 2003. Tuvo cuatro hijas, Susan Nixon, Ramona Ostergen, Bettina Karapetian y Alexandra Bradbury, y ocho nietos.

Por suerte para él -y para todos-, no se cumplió la fantasía de Fahrenheit. Los bomberos se dedican a apagar incendios y no a prender fuego los libros, así que el futuro podrá disfrutar de Bradbury.

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