Más de 20 mil presos comienzan su ciclo lectivo en todo el país

Unos 22.000 internos de cárceles federales y provinciales de todo el país empezarán este lunes el ciclo lectivo primario, secundario y de formación para el trabajo, en el marco del programa de educación en contextos de encierro, que logra reducir la reincidencia en más de un 50 por ciento.

Las clases en las cárceles serán inauguradas por los ministros de educación, Alberto Sileoni, y de Justicia y Seguridad, Julio Alak, a las 11.30 en la Unidad 1 del Complejo Penitenciario de Ezeiza, en donde se pondrá en marcha el ciclo lectivo en los tres niveles de enseñanza.

Isabel Giacchino de Ribet, Coordinadora Nacional de la Modalidad Educación en contextos de encierro, dijo a Télam que “son cada vez más los internos que se interesan por estudiar, por lo que desde el Ministerio de Educación se logró que en cada escuela carcelaria haya una biblioteca y se trabaja para que también tengan los espacios adecuados a una escuela”.

Existen 180 unidades penitenciarias federales y en cada una de ellas hay escuelas de nivel primario, secundario y terciario.

“A partir del año pasado, con la sanción de una ley específica para educación en contextos de encierro, se tomó a esta modalidad “como un derecho que tienen los presos, el derecho a estudiar”, explicó Ribet.

Sostuvo además que “es notable como cambia un interno cuando se decide a dedicar su tiempo a estudiar, ya que se vuelve una persona menos agresiva y violenta” y destacó que de acuerdo a un reciente estudio “la educación en las cárceles reducen en más del 50% la reincidencia”.

En este sentido, precisó que “esta demostrado que entre un 5 y 6 % de los presos que estudian reinciden en el delito una vez que salen en libertad, mientras que ese porcentaje se eleva a un 60% para los que no estudiaron dentro de la cárcel”.

Hasta la sanción de la ley de educación nacional, en el año 2006, la única opción de estudio para los internos era la escuela primaria.

A partir de esa norma se incorporó la escuela secundaria y formación para el trabajo, mientras que también existen ofertas de educación superior.

Ribet explicó que una nueva modalidad que se ofrece en paralelo a la primaria y secundaria es la de “formación para el trabajo”, la cual “es una apuesta para el futuro del interno una vez que salga en libertad”.

Puntualizó que al interno “se le ofrece una capacitación superior de nivel técnico, complementaria a ofertas de estudios superiores que dan diversas universidades como la UBA”.

Ribet consideró que los presos se vuelcan a los estudios “porque el espacio que se le ofrece es distinto al del encierro, por eso valoran mucho la educación ya que a menor nivel educativo es mayor el nivel de reincidencia y ellos lo saben”.

La coordinadora aseguró que “al interno, una vez que sale de prisión, le resulta muy difícil seguir estudiando porque lo primero que tiene que pensar es salir a buscar un trabajo” y añadió que otro factor de acercamiento del interno a los estudios es para “llenar con un contenido útil el tiempo de encierro”.

Uno de los propósitos del programa es lograr que los internos que se deciden a estudiar tengan la misma educación de calidad que los que no están encerrados y para ello “se los incluyó no sólo en el programa Conectar Igualdad, por el cual reciben una netbook, sino también que existe un post título especial para los docentes que enseñan en esta modalidad”, explicó Ribet.

“No basta con dar educación en las cárceles sino que la misma sea de calidad y con dignidad, porque el hecho de que un individuo esté preso no significa que se le reduzcan los derechos sociales”, aseguró la coordinadora del área de la cartera educativa.

Indicó que también se nota un cambio de actitud de parte de los agentes del Servicio Penitenciario Federal, quienes siempre fueron reacios a que los internos estudien.

“Pero ahora se dan cuenta que al volcarse a tener una formación, el individuo que está encerrado cambia su manera de ser y se vuelve menos agresivo y violento”.

“Lo que da la educación es la posibilidad de resolver los conflictos mediante la palabra y no a través de la violencia física, por lo que los propios agentes penitenciarios se muestran favorables a que los internos estudien, especialmente los agentes jóvenes.

Estos cambios “también los notan los familiares de los presos que los ven mucho mejor en su autoestima y su estado de ánimo, ya que muchos de ellos debieron dejar la escuela desde chicos y no tuvieron la posibilidad de volver a retomar sus estudios”.

Ribet contó que en muchas unidades penitenciarias la posibilidad de poder estudiar “sólo estaba pensada para los analfabetos o los que estaban condenados, pero ahora el derecho a estudiar incluye a los procesados y a los que tienen estudios pero los dejaron, por lo que hubo que adecuar las instalaciones en aquellas unidades penitenciarias con una vieja infraestructura”.

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