Marcelo Baldonedo y el placer de dar hasta la última gota de sudor

Es músico, docente, y voz del estadio en el Arsenal Fútbol Club.

Marcelo Baldonedo nació un 31 de enero de 1957 en el porteño barrio de Caballito. Al poco tiempo, sus padres se mudaron a Wilde y desde entonces, el partido de Avellaneda adoptó a Marcelo –tal como suelen hacer los clubes con los grandes jugadores- como un ciudadano «intransferible».

En la rica historia de vida de este músico, docente, y voz del estadio en el Arsenal Fútbol Club confluyen, inevitablemente, antecedentes familiares, rasgos genéticos que han marcado su carrera.

Su pasión por el fútbol, comenzó a gestarse en los potreros donde embarraba su infancia, pero ya traía un germen desde antes de nacer. Su tío abuelo, Emilio Baldonedo, fue aquel reconocido crack y goleador de Huracán, que vistió la casaca de «el Globito» entre 1935 y 1944. La portación de apellido ilustre no fue garantía para que el pequeño Marcelo se dedicara a jugar al fútbol. Sin embargo, el amor por la redonda perduró en el tiempo, mirando los partidos desde la tribuna, tomando sol de la mano de Don Arturo, su padre.

«Mi viejo era un tipo al que le gustaba ir a ver fútbol. Era hincha de Huracán, pero me llevaba a ver a Independiente, a Racing, a Arsenal, a Dock Sud. Aunque principalmente era un adorador del sol. Entonces lo lindo era disfrutar del paseo que significaba, en esa época, ir a la cancha», dijo Marcelo, describiendo uno de los más gratos recuerdos que atesora de su juventud.

Hoy, si lo apuran un poco, reconoce que le habría gustado ser futbolista, pero admite, también, que a los nueve años Los Beatles provocaron algo en él que lo hizo acercarse a la música. Claro que, una cosa era escuchar música y otra distinta era querer ser músico. Tal vez en este caso sí influyeron los genes de otro tío abuelo, Carlos Borzani, que había sido bandoneonista de Francisco Canaro.

Mientras decidía su verdadera vocación, Marcelo luchaba contra los mandatos familiares, que no apuntaban a que fuera ni una cosa ni la otra (futbolista o músico). «Había que ser profesional. Ser músico no era bien visto, desde el punto de vista económico. Aunque por otro lado, en ese entonces existían las orquestas y los músicos que las integraban eran rentados y ganaban bien», comentó Baldonedo, que probó con Abogacía, pero desistió luego de dos años.

Marcelo hizo su escuela primaria en la Escuela Nro. 21 de Wilde y la secundaria en la Escuela Comercial de Avellaneda. Más tarde comenzó sus estudios en el Conservatorio Escuela del Instituto de Música de la Municipalidad de Avellaneda (en el Teatro Roma) donde luego fue docente y Director, -cargo que ocupa desde 1987 y del que está próximo a jubilarse- y luego completó el Conservatorio Superior de Música Manuel de Falla.

En el camino, trabajó unos años como empleado bancario, pero finalmente se metió de lleno en el mundo de la música y, en particular, del tango.

Con el piano entangado
A la hora de definir sus gustos musicales, parecía que Marcelo se alejaba aun más de lo que se solía escuchar en casa. «Yo no arranqué siendo tanguero. Probablemente tenía algunas cosas, porque a mis viejos les gustaba mucho el tango. Mi generación y tal vez un poco más arriba, apuntábamos a otro lado, sobre todo por lo que significó el surgimiento del rock nacional. O el rock, en general. Para mí, a los 15 años, era más familiar John Lennon que [Horacio] Salgán. Y en tal caso, si quería parecerme a alguien prefería ser un Litto Nebbia o vestirme como el «flaco» Spinetta. En ese momento, yo lo veía a [Juan] D´Arienzo y para mí era una momia. Pero después de tantos años, yo creo que no estaba tan lejos una cosa de la otra», reconoció el músico que eligió al piano como su instrumento predilecto, aunque también disfruta del bandoneón.

Con el tiempo, las preferencias lógicas de la juventud (Los Gatos, Almendra, Manal, Pink Floyd, entre otras bandas) fueron evolucionando, achicando la brecha con las musas arrabaleras.

«Piazzola me rompió la cabeza. Casi paralelamente a lo que escuchaba de rock. El primer disco que me mató y que hoy por hoy te diría que no me parece tan extraodinario fue Libertango (74) con bajo eléctrico, batería… A mí me parecía muy novedoso», señaló Baldonedo.

A lo largo de su carrera como músico Marcelo destacó algunos momentos importantes que lo hicieron crecer como artista.

En el 81 tocó en el grupo Contramano junto a Rodolfo Mederos, una banda que tocaba jazz-rock, con bandoneón. Allí Marcelo tocaba un teclado electrónico y un sintetizador. Y la banda tenía, según él «una pequeña esencia de tango».

Después, lo más lindo que recuerda fue haber integrado, allá por el 86, el OBQ Trío. Juan José Otero, Marcelo Baldonedo y Horacio Quintana. Juntos editaron un disco de folklore, en sintonía con el auge de Tarragó Ros, Teresa Parodi, y el Trío Vitale–Baraj- González.

Luego de eso, trabajó unos cuantos años más con Joti Otero como dúo, pero siempre con la idea de hacer algo propio.

Marcelo afirmó que desde hace años está focalizado en su proyecto personal. «Nunca fui demasiado complaciente con quien escucha. Tampoco es que hago una cosa hermética. Pero creo que siempre partí de hacer lo que me gusta. La verdad es que pude vivir de otra cosa y pude y puedo darme el lujo de desarrollar mi proyecto propio, en algunos casos cobrando y en otros, poniendo guita. Pero es lo que me gusta y lo defiendo a capa y espada».

Desde hace dos años arrancó con El piano entangado (tangos, valses y milongas) con toques propios de otras influencias (jazz, música clásica, etc.) del bagaje de Baldonedo.

En el 2008 conoció a Daniel Roncoli, y en 2010 se acopló para acompañarlo musicalmente en el espectáculo Mil palabras a la redonda, contando historias de fútbol, poemas y cantos. Ese mismo año, ganaron el Premio Estrella de Mar por su espectáculo de Teatro Off. «Fue un premio al espectáculo repelente porque la mosca no entró nunca (risas). Nunca vimos un mango, pero la pasamos bien», bromeó el artista. «Actualmente arrancaron con el espectáculo Es una lucha, con historias de Titanes en el Ring. Me divierto mucho y tengo mucha libertad para movilizarme desde lo musical», agregó.

La constante en la carrera de Marcelo Baldonedo fue la perseverancia. Se dio el lujo de hacer lo que le gustaba independientemente de lo que pudiera significarle económicamente. ¿La clave? Lo explica con una frase contundente: «el bichito te pica o no».

«Puedo decirte que he conocido muchos chicos y chicas muy talentosos, que en algún momento dijeron esto es muy difícil, mejor estudio arquitectura o me pongo un kiosco… y quedaron en el camino. En mi caso, creo que soy un tipo al que le gusta mucho laburar. Me gusta mucho tocar y si tengo tiempo me puedo quedar cuatro, cinco o seis horas tocando, o todo el día, y no me cuesta. Porque tengo necesidad de hacerlo».

Desde su labor como docente, todavía hoy, dice, sigue aprendiendo de sus alumnos. «Uno suele creer que sabe más que al que tiene que enseñarle. Pero te sorprendés en los conservatorios porque viene gente que no conoce determinadas cosas o contenidos, pero tocan muy bien. Entonces aprendés».

La experiencia de ser la voz del estadio de Arsenal, es algo que también le da mucho placer y que realiza con gran profesionalismo.

«Lo hago con mucha responsabilidad, lo preparo, soy muy obsesivo en fijarme cómo se llaman los jugadores, sobre todo de los equipos que no conozco. Esa es mi forma de darles cosas a los demás, ante todo con respeto. Lo importante en un laburo que uno haga es poner todo. Pasión por lo que uno hace. Pero en cualquier expresión uno debe dar la pasión más profunda, aunque haya diez mil personas o dos tipos enfrente».

A los 55 años, Marcelo Baldonedo disfruta de las satisfacciones que le ha dado su carrera y se mantiene firme en sus convicciones: «El artista tiene que cumplir una función como el plomero que viene a tu casa a arreglarte un caño. Como en todos los ámbitos de la vida, hay quienes dan hasta la última gota de sudor y hay otros que si pueden rajarse un rato antes, mejor.

Yo nunca me la creí en ninguna de las funciones que desempeñé. Siempre trato de hacer lo mejor posible y fundamentalmente de ser sincero», finalizó.

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