Los “turcos” que eran vascos

Escribe Antonio J. González.

A mediados del siglo 19 vivía en nuestro territorio una importante comunidad vasca con comercios de comestibles y otros rubros en la zona de las avenidas Pavón y Mitre. Estaban tan arraigados en la región que se mezclaban con los paisanos de entonces, adueñándose de costumbres, vestimentas y usos de aquella población laburante, criolla y con raíces inmigrantes. Pero también la boina (clásico distintivo vasco) y otros hábitos se incorporaban en la cultura de entonces.

En este grupo de vascos surgió la idea de constituir una agrupación festiva que actuara en los carnavales locales. Tenía banda de música, orquestas, coro, caballerías, artillería, y una gran carroza que era preparada con adornos y decoraciones para aquella ocasión. En el desfile carnavalesco se la podía distinguir por sus disfraces de princesas, odaliscas y toda la corte con el Sultán y Faraón incluidos, representando la iconografía exótica de la historia de origen árabe. De allí seguramente era el nombre de esta agrupación “Los turcos de Barracas al Sur”.

Eran una atracción en los desfiles carnavalescos de la región y resultaron invitados en los corsos de Lomas de Zamora y otros de la zona. Pero varios años después se disolvió la agrupación y –según cuenta Amaro Giura- sus trajes y decoraciones “lo entregaron a un grupo de muchachos que organizábamos actos culturales y bailes sociales”. “…entre ellos había un estandarte de satiné con letras doradas que decía; “Turcos de Barracas – Año 1869”, Y otro de raso, con letras bordadas en oro, creo del año 1888; y en un libro viejo de actas, leí: “Fundada en el año 1869 por un grupo de vecinos vascos”.

Esos vecinos eran de aquella tradicional esquina. ”…los vascos los habían copado en su casi totalidad –cuenta Giura- con la diversidad de comercios, donde no faltaban platerías, talabarterías y vascos alpargateros, donde el paisano adquiría sus prendas de lujo, porque hasta las alpargatas eran de lujo, cuando llevaban bordadas el escudo argentino. Los comercios que más abundaban y los más respetados eran las fondas de los vascos; … como son hoy los clubes de barrio y las sociedades de fomento, donde se reunían los más respetables vecinos de cada barriada. Allí se trataban negocios, se realizaban bautizos, casamientos, funerales; llegaban familiares y amigos de muchas leguas a la redonda y se efectuaban fiestas y comilonas que duraban varios días. Dicen que Sarmiento cuando era Presidente, sabía venir a la fonda de Barracas a comer morcillas”.

“Los fonderos eran familias respetables; el vasco al mostrador, la vasca a la cocina y las vasquitas con sus trenzas caídas sobre los hombros, adornadas con cintitas de colores, revoloteaban como gaviotas con sus delantalcitos blancos entre las mesas; nadie hubiera intentado una osadía”. Todo un muestrario de una cultura que fue la base de una serie de familias de la vieja Avellaneda con apellidos protagonistas de las décadas siguientes. Yrigoyen, Mendilaharzu, Echarri, entre muchos más.

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