Liberación de emociones, logros e inhibiciones en la terapia

Escribe a Lic. Andrea Fabiana Varela Seivane.

Cuando hablamos de liberación de sentimientos, estamos empleando, evidentemente, una metáfora.

En el sentido de liberación de sentimientos, la metáfora se fundamenta en la imagen de una fuente de emociones localizada en el interior, que presiona por ser liberada.

En esta imagen, la emoción fluye hacia el exterior del mismo modo que el agua mana de un manantial. En muchos trabajos de terapia, sin embargo, se toma la metáfora al pie de la letra, y se induce al paciente a expresar sentimientos que no están realmente presentes.

En otros casos, algunos terapeutas, trabajan con el supuesto de que los sentimientos negativos, son la verdadera fuente de todos los problemas y que la liberación de tales sentimientos, logrará, mágicamente, que el paciente mejore.

Si bien es cierto que el paciente puede sentirse mejor, después de haber expresado sus sentimientos, esta experiencia puede no ejercer por si misma ningún efecto duradero sobre la terapia, y, de hecho, no es el principal, ni el único componente del tratamiento, ya que en el transcurso del tratamiento, puede haber momentos, y en general es muy frecuente que ocurra, que el paciente empeore.

Existe un contrapunto, que consiste en que a algunos pacientes les parece vergonzosa la expresión de los sentimientos, y aunque pueden mostrarse deseosos de hacer una descripción intelectual de sus sentimientos, pueden inhibir la expresión de las emociones, a través de pequeños sollozos, accesos de ira, balbuceos en voz baja, apretar los puños, etc.

Dadas estas condiciones, estos pacientes son incapaces de percibir y de darse cuenta de los beneficios de una verdadera catarsis, de la liberación de sus sentimientos.

En estos casos, puede hacerse necesario identificar las objeciones que el paciente se hace a sí mismo para expresar sus propios sentimientos, antes de que pueda permitirse a sí mismo expresarlos. Es fundamental, en estos casos, que el terapeuta adopte la postura de que, sean cuales fueren los sentimientos del paciente, éstos sentimientos, puedan discutirse adecuadamente durante la sesión. Es decir, todos los sentimientos son aceptables. Sin embargo, es importante estructurar la sesión de manera que no se dedique todo el tiempo a la expresión de emociones del paciente. Especialmente cuando las reacciones emocionales del paciente, son exageradas o están basadas en ideas irracionales, es importante animarlo para que pueda explorar las actitudes que parecen estar generando esos sentimientos tan exagerados.

Paralelamente, suele acontecer que, mientras que la experiencia de sentimientos cálidos y de gratitud hacia el terapeuta, aparenta acelerar la terapia, en el sentido de un logro, un avance importante, algunas veces sucede que el paciente puede llegar a estar tan anclado en sus sentimientos positivos hacia el terapeuta, que no avanza en la terapia.

Es más, el paciente puede verse envuelto en una intensa reacción de transferencia hacia el terapeuta, lo cual se convierte en un problema, ya que no avanza en su propio trabajo de exploración y elaboración, y también sucede que llegado a este punto, muchos pacientes pueden abandonar la terapia.

Que el terapeuta haga una señal que interrumpa las explosiones de cólera del paciente, es esencial para que el paciente tenga una oportunidad de expresar sus sentimientos negativos, pero que no llegue al extremo de que la ira escape a su control. En general, ocurre que tras expresar sus sentimientos negativos, hacia el terapeuta o hacia cualquier otra persona, muchos pacientes son capaces de recapacitar y evaluar sus sentimientos, es decir, que, espontáneamente, comienzan a plantearse si existe una base válida para sus reacciones.

Otros pacientes, en cambio, necesitan que se les dirija, para poder hacer un balance terapéutico entre sus expresiones emocionales, y la discusión racional. Si el paciente comienza a sentirse mejor después de expresar sus sentimientos, esto puede constituir un período favorable. Dado que el paciente puede haber perdido la esperanza de volver a sentirse bien, esta experiencia positiva ayuda a fortalecer su ánimo y lo motiva para seguir cooperando en la terapia. Cualquier indicio de que el paciente se siente mejor, en general incrementa su motivación hacia la terapia, aumentando la eficacia del tratamiento.

Los efectos de la terapia se ven intensificados, cuando el paciente, puede llegar a ese lugar, donde comienza a evaluar sus sentimientos y comienza a identificar donde, como y en que reacciona exageradamente y reflexiona acerca de esas vivencias.

Licenciada en Psicología
Andrea Fabiana Varela Seivane
MN 34156
Consultas al 4205-0549 155-143-6241

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