Leer en tiempos de IA
Escribe: Sandra Lambertucci.
En estos tiempos en que la inteligencia artificial parece ofrecer respuestas inmediatas a cada consulta, me pregunto: ¿qué estamos perdiendo en esa carrera por la rapidez y la conveniencia? La lectura tradicional, esa que nos invita a detenernos, a recorrer sus páginas con calma, a pensar en cada palabra, parece a veces relegada a un segundo plano. Sin embargo, para mí, seguir eligiendo el libro en papel no es solo un acto de nostalgia, sino una postura consciente frente a un mundo que se nos acelera sin descanso.
Porque, ¿acaso no es en la quietud de una lectura pausada donde se construyen los verdaderos conocimientos? La inteligencia artificial puede generar textos, ofrecer datos y respuestas instantáneas, pero ¿puede reemplazar esa experiencia de encontrarse cara a cara con un libro, de tocar sus páginas, de dejar que el tiempo se detenga mientras uno se sumerge en sus historias o ideas? La lectura en papel no solo informa, sino que también invita a la reflexión, al cuestionamiento profundo y a la formación de un pensamiento crítico que no se obtiene en un clic.
Además, la lectura tradicional nos exige una participación activa que la digitalización muchas veces no requiere. Nos obliga a concentrarnos, a imaginar, a relacionar conceptos y a recordar. En un mundo donde todo parece ser efímero y disperso, esa capacidad de mantener la atención y de profundizar en un tema se vuelve cada vez más valiosa. La experiencia de pasar las páginas, de volver a un pasaje, de subrayar o anotar, crea un vínculo más íntimo con el conocimiento, algo que las pantallas, con su constante estímulo y distracción, difícilmente pueden ofrecer.
Me pregunto también: ¿qué nos hace más libres? ¿La rapidez con la que una máquina produce información o la paciencia y el tiempo que dedicamos a entender un texto en su totalidad? La lectura en papel fomenta esa calma necesaria para pensar con claridad, para discernir y para formar opiniones propias, sin la inmediatez que muchas veces impide la reflexión profunda.
Por todo esto, sigo creyendo que el acto de leer un libro físico es una forma de resistencia cultural y una apuesta por nuestro pensamiento crítico. En tiempos en que la inteligencia artificial parece amenazar la profundidad de nuestra comprensión, mantener vivo el placer y la disciplina de la lectura tradicional no es solo un acto de conservación, sino una declaración de libertad y autonomía mental.
Al final, ¿no es acaso en la quietud de la lectura pausada donde encontramos las respuestas más profundas? La tecnología puede ser útil, pero nunca reemplazará esa experiencia única que nos permite pensar, imaginar y cuestionar en libertad. Seguir eligiendo el libro en papel es, en definitiva, seguir apostando por la cultura.
Sandra Lambertucci